sábado , 23 noviembre 2024
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Menos aplausos y más paciencia

Hanna Beata Glowacka
Alumna de 4º de Enfermería en la Universidad de Navarra

Caos. Miedo. Confusión e incertidumbre. ¿Os suena de algo esta descripción? Hablamos de marzo de 2020, cuando se hizo oficial que España es otro de muchos países del mundo contagiados por coronavirus. El 13 de marzo se declaró en España el estado de alarma. Para muchas personas esto significó reducción parcial, los odiados ERTES se multiplicaron y solo unos pocos bienaventurados podían seguir con su trabajo desde sus casas.

De esta manera, el coronavirus no solo afectó a la salud pública sino también a la economía, educación, vida social y prácticamente todas las dimensiones de nuestras vidas. La convivencia obligatoria de familias con niños pequeños, sin contar con la ayuda de los profesores y sin actividades extraescolares ha sido una experiencia verdaderamente dura.
Ahora bien, los que sí tenían trabajo era el personal del sector sanitario.

Más paciencia y más confianza en sus criterios de evaluación sería de una ayuda mucho más significante.

Médicos, enfermeras, personal de limpieza y celadores, todos ellos simplemente no tenían tiempo de sentir miedo porque estaban ocupados en salvar vidas, en dominar el caos que se desató en los hospitales, urgencias y centros de salud. Las enfermeras intentaban dominar el desorden, sobreponerse a los temores por sus propias familias y por sus seres queridos. La gente fuera del sector sanitario lo sabía. Durante todo el confinamiento, a las 20 horas en punto, se asomaban a los balcones o ventanas y les aplaudían.

En marzo de 2020 estaba en 3º de enfermería. Una de las experiencias más duras fue la imposibilidad de consolar a los compañeros porque todavía no podía ejercer el trabajo de la enfermera. Falta de este contacto personal que estaban en la plena guerra contra el virus me hacía sentir mucha impotencia.

Sin embargo, este gesto bonito y emotivo no era lo que más podía ayudar a todo el personal sanitario en aquel momento. Más paciencia y más confianza en sus criterios de evaluación sería de una ayuda mucho más significante. Por supuesto, había pacientes agradecidos que esperaban su turno con tranquilidad y gran educación. También se podía encontrar con gente impaciente, desagradecida, con pocos conocimientos de medicina. Y a estas personas, precisamente a ellas quisiera pedir con amabilidad: por favor, no aplaudáis tanto y tened más paciencia y confianza en las enfermeras y enfermeros.

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