Judith Alegría y Antonio Rubio Martínez
Revista Nuestro Tiempo
Anthony Mann, para su película de 1961, también juega con la misma idea. Protagonizada por Charlton Heston y Sophia Loren, bajo la supervisión de don Ramón Menéndez Pidal, el Cid dice luchar “por España”. “Aprenderé a odiarte. Me he casado contigo porque era la única forma de vengar a mi padre. Nunca encontrarás amor en mí”, dice Jimena o Sophia Loren, rompiendo, de esta forma, con el personaje original, tan difuminado por el mito como el propio Cid.
La música de Miklós Rózsa, que bien podría recordar a la carrera de cuadrigas de Ben-Hur, los idus de marzo de Julio César y el Calvario en Rey de reyes, acompaña a un Cid sabio, a quien traiciona un cristiano y salva un moro, que se enfrenta a su rey para que jure sobre los Evangelios que nada tuvo que ver en la muerte de su hermano, y que, aunque sus enemigos fuesen trece veces trece, él no estaría solo. El Cid de Charlton Heston recoge todo lo que caracterizaba al héroe del Cantar, pero incide en su capacidad de reunir a moros y cristianos bajo un mismo estandarte.
El Cid de Charlton Heston recoge todo lo que caracterizaba al héroe del Cantar.
De la película avanzamos hasta 1976 para retroceder a su más tierna infancia, porque “¡Yo también fui niño!”, como se encarga de señalar la sintonía de entrada de la serie japonesa Ruy, el pequeño Cid. Nippon Animation lo sacó de la gloriosa Edad Media californiana para convertirlo en animé, como también hicieron con la suiza Heidi, el italiano Marco, el vikingo Vickie y los estadounidenses Jackie y Nuca. Así, descubrieron a los españoles que el Cid, por ejemplo, tuvo madre, y que sus primeros enemigos fueron las ocas, y sus primeras derrotas, contra las puertas. Diego Laínez, adelantando a Darth Vader, confiesa: “Yo soy tu padre”. El pequeño Ruy muestra ya las virtudes que lo catapultarán a la gloria, como la defensa de los desvalidos, reflejada en el primer capítulo al atemorizar a un abusón que perseguía a un chiquillo.
Continuará…