Erkan Aytun
Embajador de Turquía en Guatemala
A pesar de que la pandemia de Covid-19 ha sacudido las prioridades globales, algunos ítems en la agenda, entre ellos la lucha contra el terrorismo, todavía tiene prioridad. Las organizaciones terroristas, las cuales atacan a las democracias y los ordenamientos jurídicos nacionales, se transforman y diversifican sus actividades.
En ese contexto, Turquía ha soportado una amenaza existencial en los últimos años. Sí, están pensando en lo correcto.
Estamos hablando sobre la Organización Terrorista Fethullah (FETÖ). La ilusión creada por una red de terroristas posmodernos, mezclada con las condiciones del siglo XXI, puede ser muy fuerte. Por lo tanto, si queremos proteger nuestras democracias, así como los ordenamientos jurídicos modernos y seculares, tenemos que diagnosticar a FETÖ y sus gustos lo suficientemente anticipados para detenerlos.
FETÖ puede que no sea una organización terrorista clásica que en Guatemala lleve a cabo ataques armados en restaurantes, en algún concierto o bien algún ataque suicida. Pero sí lo hizo en Turquía.
Sin embargo, este es exactamente el paradigma del terrorismo del siglo XX. Nos enfrentamos a una organización terrorista y criminal más siniestra y peligrosa, que actúa a sabiendas de que esos actos de terrorismo son fácilmente reconocibles y un objetivo para la aplicación de la ley.
En la década de 1970, FETÖ, que fue fundado por Fetullah Gulen y su círculo cercano, penetró (en sus propias palabras) los vasos capilares de las instituciones estatales, económicas y a la sociedad civil. El líder de la red de FETÖ aconsejó a sus seguidores que tuvieran paciencia.
Personas de negocios que se oponían a estas acciones eran oprimidas.
Él introdujo su organización como “un movimiento de servicio para el pueblo”, y fue penetrando progresivamente todas las instituciones del Estado, incluyendo al ejército, al poder judicial, así como los círculos de negocios y de comunicaciones. Eventualmente, él desarrolló un culto esotérico estructurado bajo su liderazgo como “el Imam del Universo”, con el pretexto de ser escuelas y ONG internacionales de ayuda. FETÖ lanzó falsas iniciativas de diálogo, cuando se temía el choque de civilizaciones. Clandestinamente intervino, perfiló y chantajeó a todas las personas que se opusieron a ellos; logró que los arrestaran y los desacreditaran a través de sus propios fiscales y jueces.
Consecuentemente, emergió un organismo que usa cualquier medio para lograr su cometido. Irónicamente, la herramienta más importante de esta peligrosa organización eran las instituciones educativas que controlaba.
En Turquía, y en más de cien países alrededor del mundo, los niños y jóvenes educados en los intereses de esta organización fueron indoctrinados para futuros objetivos.
Ellos crearon un organismo que eliminaba docenas de civiles, jueces, soldados y personal de las fuerzas del orden, a través de la
encarcelación.
A tal punto, que individuos que eran absolutamente leales a la organización fueron sigilosamente ubicados en los vasos capilares de las instituciones más estratégicas del Estado, como las Fuerzas Armadas e instituciones judiciales. Para que esto sucediera probaron todos los trucos posibles, incluyendo corrupción en los exámenes seleccionadores del personal, compañías ficticias que financiaban sus actividades, falsificación y chantaje. Personas de negocios que se oponían a estas acciones eran oprimidas. Los miembros de FETÖ se comunicaban con programas de correspondencia encriptada.
Empresas de medios de comunicación y ONG fueron usadas como fachada al servicio de la organización terrorista. FETÖ hizo su movimiento más atrevido, cuando se dieron cuenta de que sus actividades secretas fueron descifradas. Intentaron hacer un sangriento golpe de Estado, la noche del 15 de julio 2016. Nuestro Parlamento, la cuna de nuestra democracia, fue bombardeada por aviones de guerra.
Continuará…