Raquel Sigüenza
Especialista en Biodiversidad y Gestión de Proyectos
La pregunta tiene su truco. La primera interpretación puede ser “quién es responsable de…” y, en ese sentido, el Consejo Nacional de Áreas Protegidas (Conap) es el rector de la diversidad biológica. El Instituto Nacional de Bosques (Inab) también contribuye en la tarea, y hay dos dependencias del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Alimentación (MAGA) con roles significativos: la Dirección de Normatividad de la Pesca y Acuicultura (Dipesca) y la Oficina de Control de Áreas de Reserva del Estado (Ocret). Finalmente, pero no menos importante, está el Ministerio de Ambiente y Recursos Naturales (MARN).
Las municipalidades también pueden asumir un papel protagónico a favor de la diversidad biológica. Podemos afirmar que, a nivel de gobierno, políticas y legislación, existen varios responsables y pareciera que, a título individual, poco nos tocaría hacer. Pero este no es el caso. El Informe sobre Desarrollo Humano (IDH) 2020 hace un llamado a que estamos desestabilizando al planeta, del cual depende nuestra supervivencia, y a que abordemos conjuntamente los tres desafíos centrales del Antropoceno: mitigar el cambio climático y adaptarse a este, proteger la biodiversidad y garantizar el bienestar humano. Este IDH ajustado otorga un lugar central a la capacidad de actuación de las personas, en línea con la visión al 2050 del marco mundial posterior a 2020 del Convenio sobre la Diversidad Biológica, que es “viviendo en armonía con la naturaleza”.
La segunda manera de interpretar la pregunta inicial puede ser “a quién beneficia” la diversidad biológica. Muchos servicios ecosistémicos (entre ellos agua, energía y alimentos) son los medios de vida de los cuales dependen directamente pueblos indígenas y comunidades rurales. Si alguien desde otros ámbitos pudiera seguir sintiéndose ajeno a la importancia de conservar la diversidad biológica, veamos las dos caras de una misma moneda en el Covid-19.
Hemos sido parte del problema, el 22 de mayo se nos invitó a ser parte de la solución.
Hace más de un año nos cambió la vida, sin distinciones de geografías ni clases sociales; un atento recordatorio a que los seres humanos somos los vecinos invasores, y el mal manejo de fauna silvestre puede afectarnos hasta la puerta de nuestra casa (ejemplo magistral de zoonosis). Ahora bien, pensemos en lo relevante que se han vuelto durante la misma pandemia los espacios naturales con fines de recreación, apreciación estética, salud mental y física; servicios ecosistémicos también, usualmente desapercibidos. Lo que hace la diferencia entre problemática y uso sostenible es la forma en que nosotros interactuamos con la diversidad biológica, así que estimado lector o lectora, a usted también “le toca”: es responsable de su conservación y se beneficia de ella. Hemos sido parte del problema pero, el 22 de mayo, el Día Internacional de la Diversidad Biológica, se nos invitó al cambio.
El secretario general de la Organización de las Naciones Unidas, António Guterres, nos urge a hacer las paces con la naturaleza. ¿Y cómo o por dónde empezar?, aquí algunas ideas nada más. Consuma de forma responsable, lea las etiquetas y pregúntese qué hay detrás de lo que come y de lo que se pone. No tolere el tráfico de vida silvestre, lo cual implica desde animales en jaula hasta comprar plantas de dudosa procedencia. Levante su voz de denuncia ciudadana, por puro principio de precaución, ante iniciativas que puedan vulnerar a flora y fauna. Evite plásticos de un solo uso, reúse y recicle en toda la medida de sus posibilidades. Si en sus manos está, use energía solar. Recuerde el lema de este 2021: “Somos parte de la solución”.
El PNUD trabaja con sus socios para que especies como el quetzal (Pharomachrus mocinno) y el pavo de cacho (Oreophasis derbianus) se mantengan estables en la cadena volcánica central. En la cuenca del río Motagua se favorecerá la conservación de poblaciones de jaguar (Panthera onca) y lagarto escorpión (Heloderma charlesbogerti), entre otras especies.