Izumi Nakamitsu
Alta Representante para Asuntos de Desarme y Phumzile Mlambo-Ngcuka, Directora Ejecutiva de ONU Mujeres
Para todos nosotros, pero en especial para las mujeres, la pandemia es un recordatorio de que las nociones tradicionales de “seguridad” que impulsan la industria de armamentos no pueden protegernos de los peligros y desafíos a los que nos enfrentamos habitualmente.
Antes de la pandemia, las mujeres ya estaban sobrerrepresentadas en los sectores económicos vulnerables y asumían la mayor parte del trabajo doméstico y de cuidado sin remuneración. Cuando se desató el Covid-19, las mujeres que constituyen el 70% del personal sanitario mundial se encontraron en la primera línea de respuesta, incluso cuando otras innumerables mujeres perdieron sus medios de subsistencia y asumieron mayores cargas domésticas.
La pandemia conducirá a 47 millones más de mujeres y niñas a la pobreza extrema. Los índices de violencia de pareja, principalmente ejercida por los hombres contra las mujeres, se han disparado, en una espeluznante “pandemia en la sombra” de todas las formas de violencia contra las mujeres y las niñas. Millones de mujeres se enfrentan ahora a un mayor riesgo de mutilación genital femenina, matrimonio infantil o mortalidad materna evitable.
En resumen, el virus reveló que las diferencias de género no solo persisten, sino que se están agravando, lo que amenaza décadas de progreso, especialmente si las mujeres siguen siendo excluidas de la elaboración de la respuesta a la pandemia.
Recuperarse de la pandemia debe significar el fortalecimiento de la seguridad social.
Recuperarse de la pandemia debe significar el fortalecimiento de la seguridad social y económica de las mujeres, incluso a través de mayores inversiones en salud, educación y sistemas de protección social que promuevan la igualdad de género. Sin embargo, la seguridad y el bienestar de las personas comunes han quedado históricamente en segundo plano frente a una idea de “seguridad” más limitada y militarizada, que sigue llevando a los responsables de la toma de decisiones a gastar enormes cantidades de dinero para construir arsenales de armas desbordantes.
El secretario general de las Naciones Unidas hizo un llamado de alto el fuego mundial al principio de la pandemia, pero la mayoría de las partes en conflicto siguieron luchando, y el comercio internacional de armas se mantuvo tan activo como en casi cualquier momento desde la guerra fría.
No obstante, todas estas armas no nos han conducido a la paz. Al contrario, solo han sembrado la desconfianza, erosionado las relaciones entre países y aumentado las tensiones mundiales.
Para avanzar, será necesario adoptar una visión más amplia de la seguridad, que reduzca la dependencia de los armamentos militares, considere nuestra humanidad común y reconozca el empoderamiento de las mujeres como un factor esencial para la paz y el desarrollo sostenibles.
Estas ideas no son nuevas. Por ejemplo, las Naciones Unidas han establecido como un objetivo principal la reducción de los presupuestos militares desde su fundación. Sin embargo, la atención al problema ha disminuido en las últimas décadas. Los elevados presupuestos militares fueron el centro de atención mundial durante gran parte de la guerra fría. Pero en los años posteriores, relativamente pocos expresaron su preocupación cuando los gastos militares aumentaron más del doble.
Los gastos militares en 2020 alcanzaron los US $1,981 billones, lo que equivale aproximadamente a US $252 por persona en un año. En comparación, en 2018, solo se gastaron en promedio US $115.95 por persona en ayuda bilateral, de los cuales un escaso 0.2% se destinó directamente a organizaciones de derechos de las mujeres, un porcentaje que no ha cambiado en una década.
Continuará…