sábado , 23 noviembre 2024
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Una crisis con rostro de mujer (y II)

De manera generalizada, cuando las mujeres lideran los gobiernos, vemos mayor inversión en protección social y mayores avances en la lucha contra la pobreza.

Cuando hay mujeres en los parlamentos, los países adoptan políticas más rigurosas en la esfera del cambio climático. Si las mujeres están presentes en las negociaciones de paz, los acuerdos son más duraderos. Sin embargo, las mujeres no representan más que la cuarta parte de los legisladores nacionales en todo el mundo, la tercera parte de los miembros de los gobiernos locales, y tan solo la quinta parte de los ministros de gobierno.

Si se mantiene la trayectoria actual, la paridad de género no se alcanzará en los órganos legislativos nacionales antes de 2063. Alcanzar la paridad entre los jefes de Gobierno llevaría bastante más de un siglo. Las mujeres tienen el mismo derecho a hablar con autoridad sobre las decisiones que afectan a su vida. Me enorgullece que hayamos conseguido la paridad de género en los puestos directivos de las Naciones Unidas.

La recuperación tras la pandemia es nuestra oportunidad para trazar una nueva senda: una de igualdad. Deben dirigirse medidas de apoyo y estímulo en concreto a las mujeres y las niñas, entre otras cosas, aumentando la inversión en la infraestructura del cuidado. Si la economía formal funciona, es solo porque está subvencionada por el trabajo de cuidados no remunerado que realizan las mujeres.Al recuperarnos de esta crisis, debemos trazar una senda que conduzca a un futuro inclusivo, verde y resiliente.

Exhorto a todos los dirigentes a que adopten seis tipos de medidas clave: primero, velar por la igualdad de representación -desde las juntas de gobierno de las empresas a los parlamentos, desde la educación superior a las instituciones públicas- adoptando medidas especiales y cuotas. Segundo, invertir de manera sustancial en la economía del cuidado y la protección social, y redefinir el producto interno bruto de modo que el trabajo en los hogares sea visible y se contabilice. Tercero, eliminar las barreras a la inclusión plena de las mujeres en la economía, entre otras cosas, mediante el acceso al mercado de trabajo, los derechos a la propiedad y facilidades de crédito e inversiones específicas para las mujeres.

Cuarto, derogar todas las leyes discriminatorias en todos los ámbitos, desde el mundo laboral a los derechos sobre la tierra, pasando por el estatuto personal y la protección frente a la violencia. Quinto, todos los países deberían aprobar un plan de respuesta de emergencia para hacer frente a la violencia contra las mujeres y las niñas y acompañarlo de financiación, políticas y voluntad política para acabar con esta lacra. Sexto, cambiar la mentalidad, fomentar la conciencia pública y denunciar el sesgo sistémico.

El mundo tiene una oportunidad de dejar atrás generaciones de discriminación arraigada y sistémica. Es hora de construir un futuro de igualdad.

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