Por: Leonel Guerra Saravia
La actividad de contrabando en América se desarrolla a partir del siglo XVI. El contrabando consiste en el comercio y tráfico ilegal, sin que el tráfico fuera reportado o autorizado por las autoridades coloniales. Las fronteras del Imperio colonial español eran muy permeables, y las ciudades establecidas en suelo americano se convirtieron en potenciales clientes ávidos de los productos que desembarcaban desde barcos operados por europeos no españoles.
En 1686, las flotas españolas surtían solo en una tercera parte a los mercados indianos, que eran abastecidos en los restantes dos tercios por el contrabando”. Al transcurrir los siglos el comercio mediante contrabando llegó a abarcar casi todas las colonias españolas en América, siendo su apogeo en el siglo XVIII. Entre las mercancías que las colonias ofrecían a cambio del contrabando las principales eran materias primas tales como: maderas, azúcar, tabaco, algodón, cacao, y esporádicamente metales preciosos.
En tanto, las mercaderías más apetecidas en Hispanoamérica fueron los tejidos, diversas provisiones (bebidas alcohólicas, aceite, etc.), artículos de uso doméstico y bienes de producción, como herramientas, hierro y acero. Además, un porcentaje muy elevado del comercio de esclavos negros estuvo en manos de contrabandistas, especialmente en la segunda mitad del siglo XVIII.
En la actualidad, y al haberse liberalizado la mayor parte de los mercados, el contrabando suele darse en productos regulados por monopolios estatales. Esta diferencia es la que origina el margen que convierte en atractivo el delito. Los casos más comunes son los hidrocarburos y el tabaco, así como el alcohol, aunque este en menor medida. Los guatemaltecos debemos atacar el contrabando, no consumiéndolo, y las autoridades, cumpliendo con la ley.