Por: Gustavo Pego Reigosa, Coordinación general de Emprendimientos de la Universidad
Que el proceso emprendedor es un proceso de aprendizaje y formación está fuera de toda discusión, independientemente de que se alcance la meta deseada (éxito) o no. De hecho, es comúnmente aceptado que el aprendizaje es mayor cuando se cometen errores y se produce el fracaso.
Una parte importante de ese aprendizaje proviene de la labor pedagógica del smart money aportado por buen número de inversores privados comúnmente denominados business angels y por muchos gestores de fondos. Tanto unos como otros afectan e influyen positivamente a los emprendedores, en una suerte de asesoramiento y consejo que va implícito en los hitos y retos a los que los nuevos empresarios se comprometen para que el capital sea invertido.
En los últimos meses hemos visto que, a los ya existentes en nuestro territorio, se han sumado nuevos fondos de capital riesgo destinados a invertir en proyectos empresariales incipientes o a financiar empresas para afrontar procesos de crecimiento. Además, otras sociedades de capital riesgo, muchas ubicadas en Madrid o Barcelona e incluso en el extranjero, están cada vez más presentes en Euskadi. Es razonable afirmar que disponemos, quizá hoy más que nunca, de abundante capital inversor ávido de proyectos.
La actual situación de crecimiento ha propiciado un incremento de la liquidez de capital en este tipo de instrumentos tan importantes para la generación de nueva actividad económica.
Asimismo, nuestros dirigentes políticos están haciendo muy bien sus deberes generando nueva legislación fiscal para favorecer la inversión en este campo; y mediante el apoyo y aliento a iniciativas que fomentan la actividad emprendedora para poder mantener al fin, en el medio largo plazo, la calidad de vida y las magníficas prestaciones sociales que se disfrutan en este país.
Si aceptamos que en este momento existe abundancia de capital inversor hambriento de proyectos con potencial, ¿se podría alcanzar un escenario de permisividad, de menor exigencia en las inversiones, generando a medio largo plazo peores ratios de éxito en los proyectos y un empobrecimiento del aprendizaje de los emprendedores y también del patrimonio de los inversores?
O, por el contrario, ¿el aumento de proyectos financiados con una tasa esperada de éxito menor, enriquecería en términos globales la economía de nuestro entorno? Alex Rovira, en su libro La Buena Crisis, hace una preciosa referencia al proceso de metamorfosis del gusano de seda a la mariposa. Me gustaría tomarlo prestado para aplicarla al emprendedor.
Escribe Rovira: “El gusano de seda construye un capullo para luego liberarse de él y renacer como mariposa. Los científicos estaban intrigados sobre qué pasaría si ayudaban en este proceso y abrieron una serie de capullos. Las mariposas empezaron a hormiguear, pero fueron incapaces de emprender el vuelo. No se pudieron alimentar y murieron. De esta prueba se desprende que el sobreesfuerzo es necesario para que las mariposas confíen luego en la fuerza de sus alas. Pero si no pasan por la experiencia de hacerlo de forma autónoma no tienen sentido de seguridad, algo que podemos trasladar fácilmente al mundo humano”.