Por: Jorge Ernesto Fingado
Suena un tanto idealista este punto de vista aquí comentado.
En todo momento de crisis, las leyes, programas y proyectos, resultan difíciles de realizar,
debido a los actores desestabilizadores que patrocinan grupos humanos a su servicio, porque, el desorden y la anarquía son un gran negocio que produce millones.
En países como el nuestro asusta a toda sociedad emprendedora en la que los sistemas de gobierno en materia de seguridad ciudadana y desarrollo integral se ven seriamente frenados por varias causas. El concepto de fraternidad ciudadana en acción, es una buena ruta para lograr consensos rápidos y actitudes eficientes en la ejecución de ejes de trabajo integral, en el cual el esfuerzo actúa de manera drástica y legal, amparado en las normas constitucionales cuya finalidad es ejercer un verdadero estado de gobernanza en el que, todos participamos y no dejamos solas a las autoridades gubernamentales, empresariales o sociales que arreglen todo, como si fueran magos o ungidos de poderes terrenales que fracasan ante el desorden, desamor. Suena un tanto idealista este punto de vista aquí comentado, pero, si hacemos funcionar la fraternidad entre nosotros los guatemaltecos, el escenario de violencia, corrupción desenfrenada, bajarán de intensidad ante el freno amurallado de la fraternidad ciudadana en todos los niveles, sin distingos de género, raza, religión o posición social.
El ejercicio del poder administrativo, Judicial y Legislativo tienen que trabajar muy unidos para revisar todas aquellas leyes que solo favorecen a ciertos grupos sociales y terminar con esa lucha de género que tanto daño está haciendo –a jóvenes y jovencitas– que encuentran camino fácil en acciones delictivas: unas por desamor, otras por el espejismo de ganar dinero fácil en una sociedad generadora de violencia, que utiliza los avances tecnológicos para cometer y vivir de acciones delictivas.
Jorge Ernesto Fingado