Por: Julissa Cifuentes
Poco se habla del ambiente que puede influir en las elecciones de una persona; en el supuestode racionalidad, podría asumirse que, en el contexto nutricional, las personas deberían ser capaces de escoger aquello que las haga más saludables. No obstante, este supuesto pierde validez, cuando esas acciones son el resultado de un entorno que promueve la obesidad; aunque son varias las estrategias necesarias para mejorar el ambiente alimentario, es precisamente el etiquetado nutricional, el punto de partida para iniciar acciones de prevención. Si se presenta de manera adecuada y se une a políticas y regulaciones complementarias más amplias de Educación Alimentaria Nutricional, puede ser uno de los medios más eficientes para comunicarse con el comprador/consumidor.
En la actualidad, al no existir evidencia empírica que lo demuestre, se asume que el etiquetado de los alimentos en Guatemala no cumple con tres componentes importantes para evaluar su desempeño: conocimiento, comprensión, y uso para la acción (entiéndase por acción los hábitos saludables). A lo anterior, se le suma la incompleta y descontextualizada legislación nacional asociada a esta materia, ya que no es vinculante con otras leyes; no posee políticas complementarias de EAN; y no contempla etiquetado complementario obligatorio y estandarizado. Aunque se cuente con referentes internacionales que han promovido un cambio en la normativa y diseño de políticas complementarias, Guatemala es un caso particular en términos socioculturales. Por ende, se hace necesario que cuente con información propia, que le permita saber si en el país los compradores/consumidores ¿conocen el etiquetado nutricional? Si es así, ¿lo comprenden? Y si lo comprenden, ¿lo utilizan para la acción? En otras palabras, ¿influye el etiquetado nutricional en su decisión de compra y contribuye a elecciones saludables?