Por: Ricardo Ubeda, Escuela de Negocios
Todo o casi todo. De un modo directo o indirecto, las decisiones se trasladan antes o después a la contabilidad. Si bien la empresa es un conjunto de realidades diferentes, el punto de diagnóstico común que los une es la contabilidad.
La insatisfacción de los clientes se refleja en las ventas, errores o aciertos en el posicionamiento de marca en el margen bruto. La planificación tiene su otra cara en el ciclo de caja, el mal financiamiento en el flujo de caja, las ineficiencias operativas en el EBITDA, y así, de este modo, cualquier realidad empresarial termina aflorando en los estados financieros.
Sin duda, a todos nos son familiares los conceptos balance, flujo de caja, margen de explotación y otros. Lo que no suele ser igual de familiar es cuándo, cómo, y para qué usarlos.
Un manejo acertado de estos conceptos permite ratificar, modificar, entender o evitar situaciones empresariales complejas. Todo en la empresa es susceptible de opinión; sin embargo, una vez trasladado a la contabilidad se gana en objetividad y capacidad de decisión.
Como herramienta de diagnóstico, el análisis financiero debiera ser parte de cualquier jefe o gerente que quiera entender el efecto de sus decisiones y de su área en el valor de la compañía.