El Nobel de Literatura turco, Orhan Pamuk, aseguró en la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara que escribe “para ser feliz”, aunque en el ámbito “social” esta es una meta inalcanzable para él.
“Escribo porque existe un lugar al que tengo que ir, es un tema continuo con el que siempre estoy lidiando, escribo porque quiero ir a ese lugar y porque nunca llego a ser feliz, escribo para ser feliz”, aseveró el autor en una charla que abrió el Salón Literario de la FIL, y tras la cual recibió la medalla Carlos Fuentes.
A partir de dicho comentario, el escritor mexicano Jorge Volpi, quien llevó a cabo la conversación con Pamuk, le preguntó qué es para él ser feliz, a lo que el turco respondió que a veces piensa que “la felicidad es llevar una vida significativa”.
“Sigo escribiendo porque creo en su importancia, y en que es algo significativo que le da a mi vida algo más profundo”, aseveró el autor, quien agregó que cuando escribe lo que considera que es “una gran novela”, es feliz.
Sin embargo, el autor de obras como Me llamo Rojo o El libro negro distingue entre la felicidad individual, que asemeja a la que tienen los niños cuando se entretienen con sus juguetes, y la felicidad social.
Con anticipación
Hablando de cómo prepara sus novelas, con las que, de acuerdo con Volpi, ha forjado una Estambul “hecha de memoria e imaginación”, que incluso ha llegado a reemplazar la real, Pamuk señaló que es del tipo de escritores que planea todo con anticipación.
Después de tener la idea inicial, pasa un considerable periodo de tiempo para coleccionar detalles; aspectos que considera importantes pero que, al fin y al cabo, solo son el marco.
“La historia y quién va a narrar la historia son aspectos trascendentales, porque la historia no está contenida en los detalles, y hay que contar con ese tronco”, reflexionó.
Referencias
En cuanto a sus gustos literarios, calificó a León Tolstói, Fiódor Dostoyevski, Marcel Proust y Thomas Mann como “los más grandes novelistas”, con los que ha aprendido a escribir tras releerlos una y otra vez.
Además, mencionó a otros tres autores: Jorge Luis Borges, Italo Calvino y Vladimir Nabokov, quienes le enseñaron a hacer “acrobacias” en la ficción.
También el mexicano Juan Rulfo le “abrió los ojos”, por la forma en la que contaba sus historias teniendo como telón de fondo pequeños pueblos, a los que dedicaba una mirada “extraña y diferente”.
*EFE