Según la tradición oral, el cementerio de Sumpango, Sacatepéquez, se llenaba de espíritus malignos. Ante esta situación, los vecinos acudieron a sus ancianos, quienes les recomendaron colocar trozos de papel que, al chocar con el viento, crearan un sonido capaz de ahuyentar a los intrusos. Así es como, cada 1 de noviembre ese municipio se convierte en la pista desde la que se elevan enormes y coloridas piezas que simbólicamente conectan a las familias con sus parientes fallecidos. En esta ocasión, Julio Asturias, presidente del comité del Festival de Barriletes Gigantes, nos habla acerca de la misión de crear a los mensajeros de Sumpango.
Valor simbólico
Cada año, el Festival de Barriletes Gigantes atrae a miles de visitantes nacionales y extranjeros, con piezas que condensan la fe, la unidad y el amor, así como el respeto a las costumbres, las ideologías y la Madre Tierra. Julio Asturias recuerda que, como a todo niño de Sumpango, esta tradición le llegó gracias a sus padres y abuelos, quienes fueron los primeros en crear obras para esta celebración. Esta pasión, dice, suele crecer en los años escolares, pues cada chico desea llevar el barrilete más grande.
Los barriletes evidencian el valor simbólico y espiritual que la comunidad le da a sus tradiciones, pero también el trabajo en equipo. En el caso de Asturias, comenzó profesionalmente en la elaboración de las piezas en 1994, cuandose unió al grupo Happy Boys. En este colectivo desarrolló labores que fueron desde cortar el papel hasta encargarse de diseños especiales para las obras, explica.
Evolución
Asturias indica que aunque las técnicas artísticas han evolucionado, los objetivos de la celebración de mantener la unión familiar y preservar la amalgama de colores continúan intactos. Sin embargo, los barriletes también son un espacio para que cada agrupación plasme mensajes alusivos a situaciones que vive el país. Por ejemplo, es común encontrar notas que piden respeto a la niñez y a las mujeres, o recuerdan la importancia de la igualdad de género y la protección a la naturaleza.
Estas composiciones artísticas poseen distintas dimensiones, de acuerdo con la categoría a la que pertenecen: infantil, A y B. El costo para cada creación, señala Asturias, va de Q8 mil a Q20 mil, en materiales; y unos Q45 mil en mano de obra. El presidente comenta que, en su mayoría, son organizaciones privadas las que brindan soporte a estas necesidades, mientras que las instituciones de Gobierno dan respaldo en la seguridad del festival.
Satisfacción
Junto a los Happy Boys, Asturias permaneció hasta 2003, cuando fue invitado a ser parte del Comité Permanente de Barriletes de Sumpango. Aquella época de creación, rememora, le dio una familia a la que veía con mucha frecuencia y, además, la satisfacción de ver la emoción de los visitantes. “No hay premio que lo llene a uno más que terminar una obra por la que estuvo tantos días arrodillado”, concluye.