Honramos a cuatro artistas que dedican su vida a formar nuevas generaciones.
Hoy, como cada 25 de junio, se celebra en Guatemala el Día del Maestro. Pero la enseñanza no es una labor que se limita a la formación infantil, básica, secundaria o universitaria; el arte necesita instrucción y disciplina. Para inculcar estos valores, nadie mejor que personajes que han dedicado una vida a perfeccionar su obra, pero también a sembrar pasión en las nuevas generaciones de creadores. Esta vez festejamos a los maestros entre los maestros.
Amalí Selva –Escuela Nacional de Danza Marcelle Bonge de Devaux
Amalí Selva se formó en la Escuela Nacional de Danza e integró el cuerpo de baile del Ballet Nacional de Guatemala, compañía que años más tarde dirigió. Al retirarse de los escenarios, la bailarina decidió regresar a su casa de estudios y sembrar en los nuevos talentos una semilla capaz de germinar durante su carrera. “Más que ser recordada, quiero despertar en los alumnos esa inquietud por aprender todos los días”, menciona.
Vinicio Quezada – Conservatorio Nacional de Música Germán Alcántara
Como “esponjitas que absorben todo y aprenden muy rápido” describe Vinicio Quezada a los niños, de 7 a 12 años, a los que transmite su amor por el piano. Fue hace 18 años cuando Quezada llegó al Conservatorio Nacional de Música, decidido a transmitir toda la experiencia adquirida sobre los escenarios: “Estoy seguro de que cada uno de mis alumnos me recuerda como un abuelo musical, que les da cariño y los motiva a avanzar”.
Íngrid Martínez – Escuela Nacional de Arte Dramático
Su amor por el teatro y docencia llevaron a Íngrid Martínez a la Escuela Nacional de Arte Dramático. Para ella, combinar ambas pasiones es “una experiencia fantástica”, que le permite ver el crecimiento de los estudiantes.
Martínez asegura que la mejor parte de su labor es descubrir jóvenes dinámicos y creativos. Por eso, le gustaría permanecer en la memoria de ellos por “el cariño, la comprensión y la guía” que les ha dado.
Léster Godínez –Escuela Superior de Arte (Universidad de San Carlos)
De acuerdo con Léster Godínez, un profesor no lo es solo dentro del salón. Resalta que en la marimba la docencia se manifiesta cuando se integra una pieza nueva al repertorio. “El proceso de enseñanza-aprendizaje requiere de mucha paciencia. Yo acostumbro explicarles individualmente para que comprendan mejor”, argumenta. El músico pretende ser, en el recuerdo de sus alumnos, ese maestro que les inculcó, tanto el respeto por el intérprete como la valorización de un ensamble.