Además de risas y correteos infantiles, profesores, tomos de enseñanza y aulas que promueven el aprendizaje, en el interior del Colegio San Sebastián (2a. calle 6-56, zona 1), yace un legado musical. Como testigo y cómplice de la Banda Marcial de San Sebastián, este archivo de no menos de 500 obras fue concebido a partir de 1941, año de fundación de la agrupación.
Dentro de él, se encuentran marchas fúnebres, festivas y militares; pasos dobles, valses y música académica, y arreglos contemporáneos y populares, divididos en dos registros: el antiguo, ubicado en la biblioteca interna, y el nuevo, almacenado en el salón de ensayo.
Un poco de historia
Al internarnos por los pasillos del Colegio San Sebastián, recorrer las escaleras e ingresar y ver esos documentos, que en sus líneas reflejan pasión musical, el actual director de la Banda Marcial, Enrique Uribe, nos invita a sumergirnos en la historia de este centro educativo. Allí, ante el archivo antiguo, iluminado por los rayos del sol, el profesor nos lleva hasta 1930, cuando monseñor Mariano Rosell y Arellano, décimo quinto arzobispo de Guatemala, decidió fundar el colegio. Para enseñar a leer y escribir a feligreses y a algunos miembros del coro de la Parroquia Rectoral San Sebastián. Desde ese entonces, el director asegura que “el instituto ha girado en torno a la música”.
Colección tradicional
La tradición y creación del archivo comenzó con el primer director de la Banda Marcial, el profesor José Arce Ramírez, que para acrecentar el repertorio aportaba copias manuscritas trabajadas desde 1905. Más tarde, llegó Rafael Gutiérrez, quien fungió como director de sección de la Sinfónica Marcial del Fuerte de San José Buena Vista, razón por la que también se guardan piezas extraídas de ese recinto.
Algunos de esos manuscritos, con un olor peculiar y textura sensible, como muestra del paso del tiempo, están firmados por Marcelino Baeza. Mientras que otra parte del repertorio llegó hasta allí, gracias al compositor Mariano de Jesús Díaz, que colaboró con marchas fúnebres propias. Uribe enfatiza: “Quien recibe el cargo de director, adquiere el compromiso de enriquecer el acervo musical de la banda”, pues la colección es reflejo de un arduo trabajo de recolección.
Encanto sacro
Por motivo de conservación, y para evitar el daño por humedad o polvo, los documentos más antiguos se almacenan bajo llave.
Mientras que las partituras del archivo nuevo son las que se interpretan con más frecuencia, pues posee copias manuscritas por copistas y composiciones impresas. Entre ellas, 200 marchas fúnebres, en las que resaltan la Mater Dolorosa, Una lágrima, Jesús de San José, Duelo eterno, y La oveja de Jesús de San Bartolo.
A pesar que dentro de la colección se encuentran distintas marchas, Uribe destaca que siempre se entonan las más tradicionales, por ser las preferidas del público durante Cuaresma y Semana Santa.
En esta época, la Banda Marcial se prepara desde el miércoles de ceniza; para brindar dos conciertos oficiales, uno en la Parroquia Nuestra Señora de Candelaria y el otro en la Parroquia de San Sebastián. Además de ser los encargados de armonizar el paso procesional durante la Semana Mayor, de las iglesias que transitan frente al colegio, como Parroquia Nuestra Señora de La Merced y la de Santo Domingo.
Autoría
Entre las 200 composiciones sacras que preserva este archivo, se incluyen textos de compositores nacionales, como Manuel Ramírez Crocker, Rafael García Reynolds, Benigno Mejía, Santiago Coronado y Pedro Donis Flores, estos dos últimos, reconocidos de manera póstuma con la Orden Rafael Álvarez Ovalle, por su contribución a la música.
Asimismo, se cuenta con algunas obras de autores extranjeros. Entre ellos, Anton Bruckner, Karl Von Lattan (Dolor consuelo y alegría), Errico Petrella (La Ione), Antonino Oddo, Abel Moreno Gómez y Francisco Joaquín Pérez Garrido.