Ante la inauguración de sus dos primeras grandes retrospectivas, Pablo Picasso quiso demostrar en 1932 que era el mayor artista en vida. Para ello, creó con furor pinturas que resolvía en un solo día, con la facilidad del genio, según una muestra en París.
La exposición Picasso 1932, año erótico, en el museo que lleva su nombre, viajará en marzo a Londres, donde la Tate Modern consagrará su primer monográfico al artista español bajo el título Picasso 1932, amor, fama, tragedia.
En el año de su 51 aniversario, en su agenda destacaban dos citas de talla: una muestra en la Galería parisina Georges Petit, en junio, y otra en el museo Kunsthaus de Zúrich, en septiembre. “Picasso quería ofrecer un máximo de obras al público para demostrar que era el mayor artista en vida”, comenta la comisaria Virginie Perdrisot. Agrega que buscaba superar a Henri Matisse, protagonista el año anterior en Georges Petit: “Deseaba ser más grande, más fuerte, más colorido que el pintor francés”.
A este frenesí por brillar se sumó una fuerte pulsión sexual volcada en su amante, Marie-Thérèse Walter, a la que convirtió en musa de sus pinturas más osadas. El pene, el pubis, los senos… Picasso creó obras de gran formato en las que Marie-Thérèse posó desnuda en un sillón de su taller parisino, con representaciones explícitas de los órganos sexuales. El trazo es grueso y los colores, estridentes.
Dos obras maestras raramente expuestas en público El sueño y El descanso, está última más tendente al surrealismo con la fragmentación de las formas de la modelo, destacan como muestras del deseo sexual de Picasso. Ambas pertenecen a un coleccionista privado de Nueva York, y del Museo de Arte Moderno de esa ciudad procede también Joven mirándose al espejo, obra que según el exdirector del MOMA Alfred Barr era la preferida de Picasso. “La pintura, un universo saturado de colores y formas imbricadas, alude a grandes obras de Velázquez, Manet e Ingres y muestra hasta qué punto ese año creó y escribió su trabajo en la historia del arte y demostró que era capaz de todo”, dice la comisaria.
Un comisario original
La muestra, que expone la mitad de las 300 obras realizadas en 1932 entre París y su residencia normanda de Boisgeloup, es a la vez un diario personal de Picasso, que explica, por ejemplo, cómo el artista también quiso ser comisario de sus dos exposiciones, especialmente la parisina, lo que dio lugar a una polémica por la disposición de los cuadros.
El artista los colocó los unos pegados a los otros, y llenó las paredes. “Quería colmar la vista del visitante”, explica Perdrisot. Pese a su implicación, Picasso no asistió a la inauguración de las muestras. En París, previno a los periodistas que ese día iría al cine.
Una vez cumplida su misión, en el segundo semestre del año, el artista sintió que ya no tenía nada que demostrar, y se centró en obras más pequeñas y contemplativas. Marie-Thérèse, con quien tuvo un hijo en 1935, tras separarse de su esposa Olga, siguió inspirado en su obra, pero Picasso la pintó en tonos pastel y en posiciones más serenas, como dormida.
Picasso, ¿esquizofrénico?
La crucifixión, el bañador, una revolución de la época, y la figura del flautista serán otros temas que abordó hasta finales de año.
Mientras la exposición abre con una tarjeta de visita del comerciante de arte Paul Rosenberg deseando a Picasso un excelente 1932, esta se cierra con un artículo del psiquiatra suizo Carl Gustav Jung, en el que apunta una tendencia esquizofrénica de Picasso. El profesional alude incluso a la posibilidad de su suicidio, pero nada más alejado de la realidad, según la comisaria, para quien Picasso tenía una fuerza sobrehumana.
*AFP