Leonardo García Alarcón descubrió la música barroca cuando de pequeño escuchó un casete de Bach que le regaló su abuela. Desde ese día, la pasión de este director de orquesta argentino de 41 años, cortejado en todo el mundo, sigue intacta.
El destino de quien dirigirá hoy por la noche Orfeo, de Monteverdi, en la apertura de la 38 edición del Festival de Ambronay, en el centro-este de Francia, se selló en La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires.
Creció en el seno de una familia modesta en la que su padre cantaba constantemente. Cuando tenía ocho años, el pequeño Leonardo le dijo que prefería escuchar a Batche, como lo pronunciaba entonces.
Su abuela lo vio una vez absorto frente a un programa de televisión, en el que Karajan dirigía la quinta sinfonía de Beethoven, y comenzó a comprarle cada semana los casetes de una enciclopedia musical. En los números 24 y 28, descubrió a Bach y la Pasión según San Mateo. “Un shock“.
En esa época ya tocaba el piano y hablaba de Mozart y Haydn, durante las clases de baile de su hermana, con el marido de la profesora, exdirector de orquesta quien le hizo descubrir la cocina de la música.
De adolescente, se interesó en el clavicordio, pero este instrumento no es común en Argentina. Para intentar imitar su sonido, colocó un chinche en los martillos de su piano y se puso a practicar con el disco de la Misa en Si Menor, de Bach. “¡Después de eso, todo fue más fácil!”, bromeó García Alarcón.
Siempre con mil proyectos
A los 16 años, vio una opera en Buenos Aires en la que tocaba el brasileño Nicolau de Figueiredo, quien le aconsejó viajar a Ginebra, donde vivía su profesora, la clavecinista Christiane Jaccottet.
García Alarcón, entonces de 21 años, viajó a Suiza, con apenas 500 dólares en los bolsillos. Apenas lo suficiente para vivir en un sótano. Pero su talento le salvó: fue aceptado rápidamente en el Conservatorio de Ginebra, en la famosa clase de Jaccottet.
Se perfeccionó durante 8 años, dio sus primeros conciertos y fundó en 2005 Cappella Mediterranea.
Fue descubierto en esa época por Alain Brunet, fundador del festival de Ambronay, que se convirtió en su segundo hogar y donde conoció a su esposa, la soprano Mariana Flores. “Es un verdadero bulímico del trabajo; no sé cuándo duerme. Tiene como mil proyectos en reserva”, contó Daniel Bizeray, que dirige actualmente el festival.
Su primer éxito vino con una reconstitución del Diluvio Universal, de Michelangelo Falvetti, un oratorio que había caído en el olvido en Sicilia desde finales del siglo XVII.
A fuerza de muñeca
En 2013 en Aix-en-Provence (sureste de Francia), García Alarcón dio vida a Elena, de Francesco Cavalli. Y acaba de desenterrar las obras de otro compositor italiano.
¿Cómo las encuentra?
“Pasé muchísimo tiempo en las bibliotecas de Lisboa, Nápoles, en el Vaticano. Recibo también regalos de musicólogos. Cuando leo una partitura, la escucho y me doy cuenta de su riqueza”, explicó el argentino a la AFP.
Desde entonces, la notoriedad de este director que inauguró la Ópera de París la temporada pasada sigue en aumento. La tendencia en el Barroco son los jóvenes directores, señala Bizeray, quien citó como ejemplos a los franceses Raphael Pichon y Jérémie Rhorer. Pero García Alarcón se construyó solo, a fuerza de muñeca.
Este director de orquesta es conocido por la importancia que le da a las emociones en su interpretación de la música. “Conozco bien, o al menos creía conocer, el Réquiem, de Mozart. Pero con Leonardo García Alarcón tienes la impresión de descubrirlo nuevamente una y otra vez”, dijo en 2014 Gilles Lesur, miembro del Coro de la Orquesta de París.
El hijo de La Plata, padre de un niño y una niña, tiene ahora también la nacionalidad suiza. Pero la nostalgia de su país en 2009 hizo dialogar a la música de Monteverdi y al tango de Astor Piazzola. Nunca está muy lejos.
*AFP
