Fue conocido separado y ambas piezas fueron unidas en 1888.
Este códice también es conocido como Códice Tro-Cortesiano y data del período posclásico maya (900-1521 d. C.). Este importante libro maya, como se conoce en la actualidad, fue conocido (por separado) en dos momentos diferentes, de ahí proviene el nombre compuesto Tro-Cortesiano: El códice fue descubierto en España en la década de 1860, estaba dividido en 2 partes, de diferentes tamaños que fueron encontrados en diferentes sitios. Fue Léon de Rosny quien se dio cuenta de que ambas piezas debían estar juntas, pues originalmente eran una sola.
La primera parte, que es el fragmento más largo (páginas 22-56 y 78-112), fue descubierta y publicada por el clérigo francés Brasseur de Bourbourg, gran lingüista maya; esta sección del códice estaba en poder de Juan de Troy y Ortelano, profesor de paleografía en Madrid, España, coleccionista de manuscritos, que afirmaba ser descendiente de Hernán Cortés. Brasseur lo pidió prestado para estudiarlo y lo publicó en 1869, llamándolo Códice Troano, por el nombre de su propietario.
En 1875 el Museo Arqueológico de Madrid adquirió otro códice fragmentario, el famoso Códice Cortesiano, llamado así porque se presumía que el propio Cortés lo había llevado a Europa. Esta porción (páginas 1-21 y 57-77), había estado en poder de José
Ignacio Miró. Este último códice era la porción faltante del Códice Troano. Consecuentemente las 2 partes fueron unidas finalmente, en 1888.
En la actualidad, ambas piezas se encuentran depositadas juntas en el Museo de América de Madrid y el manuscrito entero del Códice Madrid también se conoce actualmente como Códice Tro-Cortesiano.
Por su gran valor histórico, esta pieza está considerada la más importante de la colección de dicho museo y está inventariada con el registro 70300.
De los códices precolombinos existentes, el Códice de Madrid es el más extenso, ya que mide 6.82 metros de longitud, 22.6 cms de altura y tiene 56 hojas o 112 páginas. Su contenido consiste principalmente en algunas tablas astronómicas, almanaques y horóscopos que eran usados por sacerdotes mayas para llevar a cabo sus ceremonias y rituales adivinatorios. Ilustra las artesanías mayas al presentar actividades de tejeduría y cerámica, como también de caza.
Uno de los grandes valores de este códice es que ha sido de especial importancia para los historiadores y antropólogos interesados en identificar varias deidades mayas y reconstruir los ritos que marcaban el comienzo durante las ceremonias de año nuevo. Indudablemente, un invaluable documento precolombino, de los pocos existentes, que da cuenta de parte de nuestra grandiosa historia civilizada.
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