En Guatemala, una parte importante de su población vive alojada en un universo sensorial y mental diferente al patrón que rige en la mayoría de connacionales. No están enfermas, no tienen problemas psicológicos, son personas que viven con el Trastorno del Espectro Autista (TEA).
Hay diversos mitos alrededor de quienes viven con esta condición, a la vez que sufren discriminación y falta de empatía, debido a que parece ser una discapacidad invisible y suele confundirse con hiperactividad o con déficit de atención.
En Guatemala hay más de 225 mil personas con autismo. Según el Centro de Control y Prevención de Enfermedades (CDC) y la Sociedad Nacional de Autismo del Reino Unido, el autismo es cinco veces más frecuente que el síndrome de Down, y es cuatro veces más frecuente en hombres que en mujeres.
Educación inclusiva
Ana Lucía Ochoa trabajó como educadora especial, desde 1999, su primera hija, Constanza, fue diagnosticada con TEA. Su vida cambió y, ante la falta de inclusión en las escuelas regulares, adaptó su casa para poder educarla. Al tener suficiente material y preparación en el tema, creó la iniciativa Inclúyeme, la cual ofrece alternativas de educación terapéutica y profesionalizada.
El Instituto Neurológico de Guatemala brinda servicios educativos y terapias de apoyo a niños y jóvenes con autismo, a través de su programa Puntea, brindando educación inclusiva y la esperanza de ser parte activa de la sociedad.