Las feministas proponemos una cultura de vida, una seguridad con justicia y no más muertes violentas.
En la sociedad de Guatemala nos imponen la cultura de muerte como una forma de dominación. En 2015 hubo 4 mil 778 asesinatos, un promedio de 13 personas asesinadas cada día. De estas víctimas, 420 personas tenían menos de 17 años y 267 eran mayores de 57 años.
El 56 por ciento de personas asesinadas tenían entre 18 a 35 años, la edad productiva. Las muertes violentas de mujeres en 2014 fueron 630 y en 2015 fueron 601 mujeres quienes perdieron la vida violentamente.
Esta cultura de muertes violentas a la que se hace referencia es parte de nuestra historia colonial y más recientemente de la guerra contrainsurgente en la que masacraron, asesinaron, torturaron y violentaron sexualmente a miles de personas.
Con los hechos que sucedieron esta semana, cuando a los asesinos alguien más los mata, normalmente me da escalofríos, pues atrás hay negociaciones, disputas entre los grupos genocidas y kaibiles, y movimientos de poder, significa que alguien tenía mucha información.
Además, nuevamente queda claro que pueden cometer cualquier crimen sin ningún miedo a la justicia.
El asesinato del responsable de la muerte de Gerardi significó una masacre en medio de la visita al centro de prevención, una situación de terror generado para las personas que estaban allí, tanto visitantes y personas que llegaron a trabajar (los integrantes de Caja Lúdica), como privados de libertad. La ejecución fue por medio de decapitar a varios de los objetivos y calcinar a un individuo, una perversidad y crueldad tan cotidiana en nuestra sociedad.
Los medios de comunicación televisivos estuvieron repitiendo la noticia. En algunos usaban la palabra “supuesto” responsable de la muerte de Gerardi; más con afán de instalar en el imaginario que este “pobre” señor fue encarcelado siendo inocente, obviando todo el proceso de justicia en el cual se comprobó su participación en ese asesinato. Las personas kaibiles (como él anunciaba cada vez que podía) son máquinas de matar.
Esto también señala que un grupo de militares traicionó a otro grupo militar; y es posible que haya más asesinatos de este estilo. Ellos están acostumbrados a esta política de exterminio, planeación de homicidios selectivos (masivos también) y a salir impunes del hecho. Ellos son los autores de las masacres durante la guerra contrainsurgente.
Otro aspecto es cómo enfrentamos la muerte violenta en este territorio y cómo nos acostumbramos a esas barbaries.
Casi todas las familias tienen al menos una persona que fue asesinada, alguna vecina, vecino; muchas veces lamentablemente es un miembro de la familia.
El duelo de este territorio lo cargamos en nuestras espaldas, y en lugar de que existan políticas o promovamos prácticas de sanación, a la vuelta vivimos otro acto de violencia. Somos una sociedad en guerra.
Deja un comentario