Su conservación es una manifestación de resistencia por 5 siglos.
Una de las cosas positivas de las redes sociales es poder estar al tanto de eventos que, por la sobrecarga en las agendas, por la distancia y el tiempo, muchas veces son imposibles de presenciar. Las fotografías y las notas publicadas han convertido a algunas personas en verdaderos reporteros, capaces de transmitir la emoción, la historia y la cultura de muchos lugares.
Con ocasión del día de Santiago Apóstol, patrón de España, de la ciudad de Santiago de Guatemala, de su cabildo, de la Iglesia católica y de un gran número de pueblos en el interior, se pudo observar en las redes sociales cómo diversas personas se trasladaron a un municipio que muchos seguramente ni siquiera tienen su ubicación. Santiago Cubulco en la Baja Verapaz es un lugar de ensueño, casi perdido entre las montañas, en la encrucijada de caminos prehispánicos en medio del señorío Achí y el Kiché, ruta de paso colonial de los antiguos conventos dominicos de Rabinal y Sacapulas; actualmente un pueblo mágico muy pocas veces visitado por la urbanidad de quienes habitan el mismo suelo.
A principios del siglo XXI, en una mala intervención de restauración, el techo de su antigua parroquia colapsó; hoy se encuentra ya instalado correctamente. En el interior se resguarda, entre muchas joyas, una escultura de Santiago, su patrón, al cual celebran con especial afecto los habitantes del lugar.
Sin embargo, lo que más destaca en su celebración es la realización de un ritual que no tiene que ver con la religiosidad católica sino más bien, con la cosmovisión maya. Se trata del baile del Palo Volador, una ancestral danza-rito relacionada con la fertilidad de la tierra y que hunde sus raíces en la milenaria tradición de la cultura que se desarrolló en toda la región antes de la llegada de los españoles. Su conservación y realización hasta hoy se traduce, como una manifestación de resistencia de casi cinco siglos del pueblo maya kiché, que ha habitado la región por miles de años. Una manifestación cultural, ideológica, sacra y artística que revela la profunda convicción de la necesidad de conservar las raíces en medio de la modernidad y la globalización.
Durante agosto se puede ver este ritual en Santa María Joyabaj y en diciembre en Santo Tomás Chichicastenango, una invitación para acercarse a la riqueza de la cosmovisión que aún resguarda el pueblo guatemalteco.
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