Sin las mujeres cualquier sueño está incompleto. El bienestar colectivo se mide por la alegría de todas las personas y el equilibrio con la naturaleza.
Seamos realistas y hagamos lo imposible” es una frase inspiradora del Che Guevara, de suma pertinencia en estos momentos en que soñar aparece como necedad frente al pragmatismo político.
Los acuerdos de paz nos dieron hace 20 años, la posibilidad de pensar en una ruta que nos llevara a transformar situaciones de desigualdad, estando en medio de la guerra y de procesos de represión era difícil pensar más allá de lo posible.
No es casual que de los compromisos a favor de las mujeres, lo relacionado con la violencia machista, la eliminación del racismo profundo que se mezcla con el sexismo, hayan quedado fuera; dando paso a aquellas medidas que garantizaban en el mediano plazo su participación política y la eliminación de barreras para conseguirlo en los distintos niveles de la gestión de lo público.
Así 1997 para muchas, la apertura del Foro Nacional de la Mujer que contaba con un acuerdo gubernativo que reconocía la importancia de la participación de las mujeres, se constituyó en una grieta que les permitió la entrada a una amplia participación.
Ese reconocimiento por parte del Estado, que había sido hasta entonces inaccesible para muchas, pasó a ser un espacio tomado por el cúmulo de energías, propuestas y sueños de mujeres.
Las políticas públicas, leyes e instituciones a su favor empezaron a surgir por el esfuerzo mismo de las organizaciones, todo con el propósito de profundizar la democracia.
Sin embargo, la cultura política añejada y rancia poco tardó en mostrarse, resultando en la utilización de varios de los sectores organizados para legitimar proyectos más allá de las fronteras nacionales que más que abrir la hermandad entre las personas, lo hacía a las transnacionales que hoy están destrozando los bienes naturales del país acompañados de sus ejércitos privados, que hoy vuelven a amenazar el ejercicio de la participación política de la ciudadanía y particularmente a las mujeres.
Esa posibilidad de soñar nos ha movido siempre y parece ser que es más urgente conforme pasa el tiempo. El año pasado las grandes movilizaciones inspiraron a más de alguien y le hicieron pensar que cambios profundos eran posibles. Pero, esos cambios en este sistema, no por fuerza, deberán pasar por leyes, porque estas están en las manos de los de siempre.
Atrevernos a pensar en otras maneras de vivir, podría estar también en nuestros sueños. Asumirnos como sujetos y sujetas, más allá de la ciudadanía permitida que hoy establece el sentido común, podría ser una puerta de entrada. Indignarnos, no participar en hechos de corrupción o tráfico de influencias, pagar los impuestos, ver más allá de lo obvio en la gestión pública, podría ser el inicio, para seguir con la juntada de análisis, sueños y acciones con otros y otras.
Deja un comentario