Las notas de la marimba acompañaron ayer el festejo de Alfredo Ajpacajá, el amo y señor de la 58 edición de la Vuelta Ciclística a Guatemala, que disputó su última etapa con un circuito en el Anillo Periférico, de 140 kilómetros.
Los barriletes, que representan la conexión entre vivos y muertos, según las leyendas, y un público que vitoreó su gloria, fueron el marco que acompañó los festejos del rey, quien se convirtió en el guatemalteco 15 en ganar dicha competencia.
Fueron mil 8 kilómetros en los que el totonicapense se codeó con el pelotón de pedalistas nacionales y extranjeros, con la misión de pulverizar el sueño que tuvo desde niño: ser campeón del giro chapín.
Los trofeos, medallas, suéteres o aplausos pasaron a segundo plano. Su máximo reconocimiento fue ser recibido por su esposa, Wendy, y su hijo, Alfredo, con quienes se fundió en abrazos, hasta soltar las lágrimas por ver que a su heredero también lo vistieron con el maillot de campeón, en pleno festejo.
El monarca de 2017, Manuel Rodas, se olvidó de defender el título. Su foco estuvo en ser un caballero durante las 10 etapas, pues trabajó para su compañero de equipo, y lo hizo hasta el final, cuando se bajó del podio para ayudar a vestir a Ajpacajá con el máximo suéter de la competición.
“El triunfo es de toda la gente luchadora de Guatemala. Nosotros también luchamos para darle una alegría a toda la gente cariñosa que, en cada una de las etapas, nos demostraron el cariño que nos tienen”, dijo Alfredo, quien ganó la general con registro de 20 horas, 10 minutos y 25 segundos de pedaleo, el equivalente un día entero de competencia.