Es necesario que las universidades tomen nuevamente el liderazgo del cambio.
El gran reto de las universidades es la empleabilidad. Paralelamente al desarrollo de la economía digital, todos los sistemas universitarios han experimentado una creciente divergencia, entre lo que ofrecen y lo que se demanda de forma creciente en la sociedad.
El sistema universitario ofrece una gran cantidad de títulos para los que no hay prácticamente demanda, o en los que esta se encuentra, en un proceso de acelerado descenso.
En el otro extremo, las empresas digitales deben gastar cuantiosos recursos para adaptar la cualificación de muchos de los egresados universitarios a sus necesidades. En todo el mundo, aparecen crecientes vacantes en el mercado.
La sociedad digital (podríamos agregarle conceptualmente la “sociedad del conocimiento”) ha acelerado la obsolescencia de muchos de nuestros títulos. La innovación ha dejado de ser un activo cómodamente “administrable” en las empresas, pues de ser una ventajosa fuente de competitividad, se ha convertido en muchos casos en el origen de convulsiones disruptivas difíciles de asimilar.
Todo esto, tendrían que entenderlo muy bien las universidades para tomar conciencia de que usualmente “sus tiempos” y las reformas no coinciden con las exigencias de la sociedad. Por ello, deben preocuparse por la empleabilidad o empezarán a ver severamente reducida su demanda en pocos años.
Pese a la pasividad de la mayoría de los gobiernos, esta situación tiene implicaciones para las universidades. La “reinvención” de la universidad presencial no es una opción, hay que adaptarla y hacerla competitiva en el mundo actual, debido a que los recursos digitales disponibles son de un inmenso valor para los alumnos y ponen en crisis el modus operandi de la clase convencional.
Son factores como la empleabilidad, el desarrollo del talento y las exigencias de una economía fuertemente innovadora y disruptiva, lo que demanda una universidad presencial renovada, y que responda a los nuevos retos y necesidades de las empresas.
La extensión y complejidad de progreso de la ciencia, la tecnología y sus implicaciones para nuestra sociedad hacen imprescindible que las universidades tomen nuevamente el liderazgo del cambio.
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