Abrir las sesiones del Congreso en nombre de Dios es excluyente y discriminador respecto de quienes no creen en dicha figura.
Aunque el Estado chileno es laico -separado institucionalmente de la Iglesia- algunos resabios sugieren lo contrario. Así, por ejemplo, las sesiones de la Cámara Baja todavía se abren utilizando la frase: “En nombre de Dios”.
Para corregir el problema, la diputada Camila Vallejo y sus colegas del Partido Comunista proponen reemplazar esta alusión religiosa por una fórmula que tenga un significado secular: que la sesión se abra “En representación del pueblo de Chile”.
Aunque la propuesta de Vallejo se cae de madura en un país cada vez más diverso, hay personas que se oponen argumentando que Chile es un país laico, pero no ateo.
Es decir, interpretan el proyecto de la legisladora por La Florida, como una agresión a la religión. Es una objeción fuera de lugar.
La diputada estaría promoviendo un Estado ateo si pidiera que las sesiones se abrieran advirtiendo sobre la inexistencia del dios cristiano. Pero no pide aquello. Pide omitir la referencia teísta y, en su lugar aludir a lo que todos en el hemiciclo tienen en común: su calidad de representantes.
La segunda objeción es que no respetaría las creencias de los cristianos. Sin embargo, si se acoge el proyecto, la libertad de culto no queda afectada en ningún sentido.
El Estado se seculariza justamente para que las personas tengan protección a sus garantías religiosas. Algunos dicen que el proyecto es intolerante hacia los creyentes. Pero eso es el mundo al revés.
Fue el principio de tolerancia el que llevó a los Estados a evitar el patrocinio de un credo particular en desmedro de los demás.
El Congreso -así como La Moneda- no es un lugar cualquiera. Transmite señales de alto contenido simbólico -lo que algunos teóricos llaman la capacidad expresiva del Estado.
Abrir las sesiones en nombre de Dios es excluyente y discriminador respecto de quienes no creen en dicha figura -un grupo cada vez más grande en Chile.
Por lo mismo, lo que corresponde en “la casa de todos” es utilizar una fórmula inclusiva. Abrir las sesiones en nombre de Dios es excluyente y discriminador respecto de quienes no creen en dicha figura.
Deja un comentario