sábado , 23 noviembre 2024
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La desigualdad es sexista

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Educar con igualdad para una inserción laboral plena de las mujeres.

Ante la pregunta de cómo enfrentar la desigualdad global, Christine Lagarde, directora gerente del Fondo Monetario Internacional, respondió en un foro reciente que la desigualdad es sexista y que por tanto buena parte de su solución pasa por la equidad de género.

Por cierto, hay leyes que dificultan la participación plena de las mujeres en la sociedad, leyes laborales que por lo general les asignan un rol y un costo desproporcionado en lo que se refiere a la maternidad y las tareas de cuidado. Pero también, y quizá primordialmente, el problema es uno cultural y, derivado de ello, de actitudes. En un mundo en que los empleos mejor remunerados son los que requieren de creatividad, flexibilidad y capacidad para resolver problemas complejos y abstractos, las desventajas educativas son una limitación real para las oportunidades de desarrollo laboral de las mujeres.

La evidencia científica sobre las iguales capacidades de hombres y mujeres en materias educativas, como matemáticas y ciencias, es abundante. De hecho, en algunos países las niñas obtienen mejores puntajes que los niños en matemáticas. Esta evidencia sugiere que la raíz de la brecha está en estereotipos de género reforzados por la cultura, que desde temprano son asimilados como parte de la realidad, incluso por las propias niñas.

En efecto, es ilustrativo que las jóvenes chilenas reporten menor confianza que los jóvenes en sus capacidades para adquirir y aplicar conocimientos en matemáticas. De acuerdo a un informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, buena parte de la diferencia de género en rendimiento en matemáticas se explica por esta diferencia en la confianza en las propias habilidades. Todo ello moldea sus decisiones futuras y cuán amplias serán sus oportunidades laborales. Para cerrar estas brechas no queda más que superar los sesgos en los mensajes que entregamos a niñas y niños desde pequeños.

No se trata solo de si los vestimos de rosado o celeste; también de si les enseñamos a tomar desafíos y a pensar como científicos desde su primera infancia. Debemos permitir que las niñas se ensucien y raspen las rodillas igual que los niños. Es difícil experimentar y descubrir sin ensuciarse y es difícil aprender a volver a ponerse de pie sin caerse. Por cierto, no es fácil cambiar las actitudes de un día para otro, pero hay acciones que pueden abordarse desde la política pública, como una normativa que promueva la corresponsabilidad, la publicación de textos escolares libres de estereotipos y una formación de educadores que les permita adquirir conciencia de estos sesgos, así como de lo que verdaderamente significa educar con igualdad.

Dar a niñas y niños las mismas oportunidades implica abordar de manera decidida la tarea de superar estos sesgos socioculturales, desde lo normativo y desde todos los espacios de socialización y formación.


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