De manera tradicional, la institución policial no ha recibido la atención adecuada, pese a que es un actor clave en la lucha contra la criminalidad.
Cuando actores ilícitos cometen hechos punibles en contra de nuestra persona o nuestros bienes, la primera institución que viene a nuestra mente para denunciarlos es la Policía; en segundo plano se piensa en otras instituciones, como el Ministerio Público.
Pero, ¿qué pensamos de los elementos que conforman las filas del cuerpo policial? ¿Tenemos confianza plena en ella? ¿Cómo vemos a nuestra policía? Esta y otras interrogantes surgen cuando vemos que actúan mal algunos elementos policiales y calificamos de forma generalizada a la institución.
De manera tradicional se ha considerado a la Policía como un ente corruptible en el que no se puede confiar; esta ha carecido de la atención adecuada, pese a que es un actor clave en la lucha contra la criminalidad. Algunas personas, inclusive, le han llamado la cenicienta del Estado. Sumado a ello, la autoestima del elemento policial ha sufrido decadencia, frente a una mayor atención hacia las fuerzas armadas, restándole papel protagónico en temas de seguridad ciudadana. Dicho lo anterior, es de reconocer que la situación actual de las fuerzas policiales tiene un por qué histórico; en ese punto, se ha caído en la injusticia de compararle en efectividad con sus similares de otros países sin tomar en cuenta que, en otras naciones, la Policía se encuentra en un mejor modelo de gestión institucional y humano.
En Guatemala existen lineamientos establecidos para el fortalecimiento institucional de la PNC, a través de la profesionalización, dignificación y depuración; lo que se necesita es continuar con este proceso, evaluar lo que hasta ahora ha funcionado y corregir lo que no esté generando los resultados deseados.
Un enfoque de desarrollo humano integral que busque el mejoramiento de la calidad de vida laboral y familiar de los policías trae consigo una mejora en el desempeño, siendo la ciudadanía la más beneficiada.
El trabajo se resume en priorizar la inversión en el recurso humano, siendo lo más importante en cualquier institución; es menester que cada hombre y mujer que integran las filas de la fuerza policial recuperen la autoestima que ha sido desgastada por años.
El Estado tiene que trabajar para que llegue el día cuando los policías se sientan satisfechos por los resultados de su trabajo, pero sobre todo, que se sientan orgullosos de ser policías.
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