La situación del SICA ha estado en el ojo público y los proyectos conjuntos parecen debilitarse, como el cierre del observatorio de la violencia.
A finales del año 2007, dentro del Sistema de Integración Centroamericana (SICA), los países miembros adoptaron la aplicación de la Estrategia de Seguridad de Centroamérica (ESCA) como una herramienta de apoyo para cumplir los objetivos regionales en materia de seguridad, considerando que el Istmo es apreciado como una de las zonas más peligrosas a nivel mundial.
La Estrategia se rige por cuatro grandes principios: Fortalecimiento de las instituciones democráticas, mantenimiento de un diálogo flexible, subordinación de las fuerzas armadas y policías a las autoridades civiles electas; y el cuarto, el reconocimiento del Estado de Derecho, la supremacía del imperio de la ley, la existencia de seguridad jurídica y la garantía del ejercicio de las libertades ciudadanas.
Debido a la dinámica del delito en la región y los flagelos comunes que amenazan el cumplimiento de los objetivos de cada nación, se decidió dividir la Estrategia en cuatro componentes: combate al delito, prevención de la violencia, rehabilitación, reinserción y seguridad penitenciaria y fortalecimiento institucional (coordinación y seguimiento de la estrategia regional).
Considerando lo expuesto anteriormente, la ESCA parece ser una herramienta completa que coadyuva a garantizar la seguridad de las personas y sus bienes. No obstante, después de ocho años de adoptar ese instrumento, la situación en los países centroamericanos no es muy alentadora. Las condiciones actuales se enmarcan en aumento de la violencia y la criminalidad.
Si nos enfocamos en el Triángulo Norte, podemos ver que cada año crecen las cifras de homicidios. El año pasado entre los tres países sumaron 17 mil 400 muertes violentas, 2 mil más que las cometidas durante 2014. Si hablamos de Costa Rica, que se había destacado por ser el país más seguro de la región, ahora sufre la incursión de pandilleros que operan de la mano con el narcotráfico.
La situación de institucionalidad del SICA ha estado en el ojo público y los proyectos conjuntos parecen debilitarse, como el cierre de su observatorio de la violencia. En ese sentido, pareciera que el camino a seguir respecto los proyectos regionales, como la ESCA, es evaluar su continuidad o direccionar los recursos financieros y la cooperación internacional a cada país centroamericano de forma individual.
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