Con el Brexit Reino Unido ha dado un salto hacia lo desconocido.
El referendo que ha decidido la salida del Reino Unido de la Unión Europea (UE) ha supuesto un terremoto político y económico a escala mundial. El coste, en términos económicos para el Reino Unido y para el resto de sus socios de la UE es incalculable. Por el momento, no se conoce el destino y la ruta del viaje que los ciudadanos británicos van a emprender sin la UE: el primer ministro, David Cameron, ha anunciado ya, que abandona su cargo, los partidarios del Brexit, que han centrado su discurso en desprestigiar las instituciones europeas, no han contado a los ciudadanos cómo se negociará con Bruselas la salida de la UE, y sus líderes, Boris Johnson y Nigel Farage, carecen, a juicio de muchos ciudadanos, del liderazgo o el crédito imprescindible para guiar a un país en un momento crítico como el que se avecina. Así pues, una de las sociedades democráticas más antiguas de Europa ha dado un salto hacia lo desconocido.
¿Qué ha provocado que los votantes ingleses hayan decidido marcharse? Las razones aparentes están a la vista. La campaña a favor de la permanencia ha hecho un discurso derrotista: se decía que la salida de la UE sería una catástrofe política y económica que haría retroceder varias décadas al país, que no se la podía permitir. No les faltaba razón, pero esto no ha intimidado al votante del Brexit, que con toda probabilidad había decidido su voto hace algunos años. Las verdaderas razones de la victoria del Brexit son profundas y ramificadas. La primera y más importante, es el descrédito de la clase política y económica. Un discurso basado en el temor a la opción contraria no atrae a muchos votantes. “Si las consecuencias de irse son tan malas”, pensarían algunos, “¿por qué se ha convocado este referendo? “. Además, el instinto británico de protección de su propia soberanía, el recelo de la autocracia europea, la inmigración y las desiguales consecuencias de la crisis, han jugado un papel.
Aunque muchos británicos han criticado duramente la decisión de su país, otros han celebrado sin estrépito este resultado. El Reino Unido está profundamente dividido internamente y el ajustado resultado lo pone de manifiesto. Por un lado, la parte menos industrializada y más rural del país se ha vengado de la City londinense, es decir, del corazón financiero de Inglaterra, que ha incrementado su poder a medida que aumentaban sus ganancias durante los años de crisis. Muchos ciudadanos han reaccionado contra el establishment, del que la City es una parte importante, y como sucede en otras partes de Europa y también en España, el populismo ha logrado un importante avance. Por último, Escocia e Irlanda del Norte han votado contra Inglaterra y a favor de la UE.
Sin conocer estas divisiones, es difícil entender cómo una democracia madura, como la del Reino Unido se ha autoinfligido semejante herida. De todo esto, conviene sacar dos consecuencias. La primera es que la globalización y sus promesas de bienestar universal no han funcionado. La segunda, que la UE no ha logrado hasta la fecha ganarse la voluntad y el corazón de sus ciudadanos.
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