Oblómov no tiene la fortaleza para asumir su muerte.
Iván Goncharov, el escritor ruso del siglo XIX, demostró tener una extraordinaria sensibilidad sobre la condición humana y su destino. Logró captar en su gran novela Oblómov (1859), el drama del alma humana frente al cambio, frente al inexorable devenir que destruye mundos y formas de vida. Ante este fenómeno, algunos seres humanos eligen transformarse, otros obstinadamente se resisten. El héroe de la novela de Goncharov carece de la voluntad, tanto para una cosa, como para la otra, y simplemente se deja estar en los márgenes de la vida, viviendo refugiado en su imaginación melancólica, en un vano esfuerzo de detener el tiempo.
Con singular penetración psicológica, esta narración incursiona en la vida de un rico terrateniente en medio de los cambios que trajo el gran esfuerzo modernizador del zar que quedó registrado en la historia como Pedro el Grande. Paralizado, Oblómov observa la rápida disolución de las idílicas relaciones del mundo feudal, las viejas formas de convivencia bucólica de señores y siervos, el ritmo amodorrado de la vida campesina. Oblómov se consume en la añoranza, tratando de recuperar algo inasible: la figura de la madre bella y tierna en la evanescente atmósfera de la finca, las largas horas de siesta, el señor feudal y sus siervos en la armonía de un mundo rural idealizado, un mundo patriarcal, de sopor y paz, de sopor y sensualidad. El viejo orden que le daba sentido a su vida ya no existe.
Ilya Ilycht Oblómov -considerado por la crítica literaria el Hamlet ruso-, vive en San Petersburgo, sin voluntad de poder y autoconfianza, incapaz de actuar, de leer un libro o escribir una carta. Pasa su vida tirado en un diván, soñando despierto sobre la reorganización y renovación de la propiedad familiar, haciendo planes que nunca se traducirán en hechos. De nada valen las exhortaciones de amigos y sirvientes, la tristeza le impide ver a la luz del día el nuevo mundo.
Oblómov encarna al alma atribulada ante la historia, la infeliz condición del alma humana, que tiene que enfrentarse a un mundo que está pereciendo ante sus ojos, un mundo que lo creó y dio sentido a su universo. Oblómov no tiene la fortaleza para asumir su muerte.
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