Carlos Ruiz peregrinó por diversos templos futbolísticos del planeta, pero el que más lo extraña es el Doroteo Guamuch Flores, donde tributó jugadas y goles vestido con la azul y blanco, aunque nunca pudo experimentar el éxtasis de acudir a un Mundial.
El Pescado se forjó como futbolista en las polvorientas explanadas de la zona 21. Se hizo inmortal por su visión, habilidad y precisión para anotar. Es el máximo artillero de la bicolor: convirtió 68 dianas, 39 en eliminatorias hacia una
Copa del Mundo.
No se avisora el cambio
Mañana se cumplirá 1 año de su último partido con la camisola de la Selección Nacional. Un adiós agridulce contra San Vicente y las Granadinas: se despachó 5 tantos, pero se difuminó otro intento por llevar a Guatemala al magno certamen del balompié.
El futbol clama por un goleador guatemalteco, pero la disciplina se desangra; está sin participación internacional. No se vislumbra un reemplazante, alguien que se atreva a salirse del libreto y desa-
tar locuras con el balón. Tampoco hay procesos esperanzadores.
“Ya no hay nada más que le pueda dar a la Selección. Se cerró el círculo. Sería lindo ver un proceso nuevo y jóvenes con ganas de trascender”, dijo de forma nostálgica en su última práctica en el Proyecto Gol, el 4 de
septiembre de 2016.
Por ahora no existe un futbolista que posea el olfato y explosividad que catapultó a Ruiz al extranjero. Y es que los equipos nacionales prefieren importar delanteros en vez de fabricarlos.