Sístole

Las diferentes representaciones del mundo son políticas y se exhiben en el espacio público como claros ejercicios de comunicación.

La maravilla se define como una constricción del corazón causada por la sorpresa de la aparición sensible de algo tan portentoso, grandioso e inusual, que el corazón sufre una sístole”, las palabras de San Alberto Magno acompañan la obra Wonder (Maravilla) de la artista Janet Echelman en la Galería Renwick.

La obra es una instalación con redes de pesca y un juego de luces en el techo de la Galería que imitan el movimiento del mar, reflejado en el diseño de la alfombra que cubre toda la extensión de la sala de exposición. La artista creó esta obra, después de la experiencia del tsunami de 2011, y a partir del mapa de recorrido del fenómeno.

Ayer, la trayectoria de Earl me hacía recordar esta obra, que es como la cita de San Alberto Magno expresa: portentosa. El juego de luz y movimiento absorbe los sentidos, transmite emociones. La belleza de la obra cautiva, fundamentalmente por su contexto: un tsunami representado en la calma de una sala de exhibición…, y se siente su intensidad. Hay sociedades que valoran el arte y ofrecen los espacios para que los artistas expresen sus statements.

En términos generales, el arte es la “manifestación de la actividad humana, mediante la cual se interpreta lo real o se plasma lo imaginado…”, según la definición de la Real Academia Española.

Las diferentes representaciones del mundo son políticas, un recorrido por diferentes galerías y espacios de exposición puede confirmarlo, aunque vale decir que poder hacerlo es un lujo que no todos tenemos, o bien, nos damos.

Otra muestra en exhibición: She who tells a story (Ella que cuenta una historia), pone en diálogo las formas occidentales de vida y el ser mujer en el Medio Oriente, e incluso, más propiamente podría decirse: las construcciones occidentales sobre el ser mujer en ese lugar.  

En esa dinámica de comunicación política que se genera en torno al arte, hago referencia a Bordieu, quien teoriza sobre la violencia simbólica, un concepto que puede fácilmente ser observable en el campo artístico, especialmente en los criterios de curaduría.

En contextos como el nuestro es más interesante observar cómo lo político trasciende los criterios de curaduría y se exhibe en el espacio público: las pintas y grafitis son claros ejercicios de comunicación que podemos observar.  Algunos de ellos, “portentosos, grandiosos e inusuales” que hablan sin censura de nuestra realidad. ¿Cómo estamos dialogando con estas representaciones y qué temas estamos llevando al campo artístico?