La discusión sobre el crimen organizado requiere abordajes complejos y el desarrollo de redes que fortalezcan el Estado.
El narcotráfico ha asumido desde sus inicios una dimensión transnacional, por su propia naturaleza y la de sus operaciones, así como por sus modos de acción y sus efectos. Los grupos criminales organizados participan en el sistema internacional como actores significativos, en tanto, controlan importantes recursos, en el caso del narcotráfico, son las cantidades de droga que manejan y lo que estas representan en capital, y participan en relaciones políticas con otros actores, a través de las fronteras tienen conexiones con otras organizaciones criminales, con empresas legales, en el sistema financiero y con o desde los Estados mismos.
En este sentido, se han constituido como actores económicos construidos en base a un sistema de valores sociales cuyo desarrollo ha sido determinado por una serie de factores, fuerzas y procesos de tipo económico, social, político, cultural-ideológico, tanto internacional como nacional, y por sus entrelazamientos e interacciones.
Con estructuras organizadas en el territorio de más de un Estado, cuyas operaciones no son controladas por los órganos centrales encargados de la política exterior de los gobiernos, los cárteles de la droga se constituyen como un nuevo actor no tradicional que opera en un marco de ilegalidad, disputa la autoridad y legitimidad del Estado, e incluso modifica las relaciones de poder en el sistema internacional al hacerse de una cuota de poder económico y político que tradicionalmente no se le atribuía.
El narcotráfico induce un proceso de formación de identidad, que es posible mediante la unión de la aceptación compartida del fenómeno con la institucionalización de sus pautas culturales, como condición para su permanencia, su funcionamiento eficaz y su validación práctica.
El carácter cultural desarrollado por el narcotráfico evidencia su capacidad de generar elementos y características culturales propias, que han adquirido mayor visibilidad y cobertura pública en lo internacional, mediante la difusión a través de los medios de comunicación y que son aceptados por el público en general como algo normal.
La discusión sobre las diferentes expresiones del crimen organizado transnacional lleva a planteamientos sobre la necesidad de abordajes más complejos y el desarrollo de redes con mayor y mejor alcance que fortalezcan la gestión estatal en la atención de estos fenómenos tanto en el espacio nacional, y más importante, en su dimensión transnacional.
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