El marco legitimador de la violencia directa y estructural es cultural, lo cual supone modificar esquemas de comportamiento social.
Entre las horas de tránsito, a las que nadie escapa en estos días, y entre las noticias perversas a las que tampoco es posible escapar, la trivialidad del entretenimiento por medio de la radio -y los medios en general- pareciera ser ajena a estas realidades y solamente distraer la mente, sin embargo, expresa mucho más de lo explícitamente expuesto.
Justo ayer, día en que una persona decidida a terminar su vida, de una forma u otra -más dramática de lo que en sí misma es la tragedia-, un oyente llama a la radio y entre las quejas por un congestionamiento más intenso de lo normal a causa del suceso, el énfasis de la molestia por el tránsito fue atenuado por “una canción para alegrar el día”, a pesar de, y sin detenerse un momento en el hecho de que una vida se perdió, y no solo se perdió, alguien por decisión propia renunció a ella, y no nos inmutamos al pensar en eso.
Y luego, unas horas después, también en la radio, y en el tráfico, se desarrollaba un debate en relación a un video de un niño haciendo berrinche a su mamá, las reacciones de la mayoría de los oyentes eran apelativos de la violencia -que es cultural en nuestra sociedad- como principal correctivo en la formación de los hijos. Incluso, una de las reacciones hacía referencia y de alguna manera menosprecio, a los Derechos Humanos en ese contexto. Justo después de que esta reacción fuera leída al aire, un niño de aproximadamente siete años pasaba a mi lado vendiendo dulces a las ocho de la noche.
¿Realmente conocemos de Derechos Humanos? La problemática de la violencia directa e indirecta involucra a la estructura social en su conjunto. Johan Galtung identifica tres tipos de violencia:
La violencia directa es la parte visible de los otros dos tipos de violencia, esta se concreta en comportamientos y actos violentos. La violencia estructural refiere al conjunto de estructuras (sociales, económicas, políticas,) que no permiten la satisfacción de las necesidades y se concreta, precisamente, en la negación de las mismas. Así, la violencia cultural es el marco legitimador de la violencia y se concreta en actitudes.
El marco legitimador de la violencia directa y estructural es de carácter cultural, lo cual supone que modificar esos esquemas requiere de la repetición y habituación de pautas (comportamientos, normas y reglas sociales) que puedan reproducirse fácilmente en el futuro, adquiriendo carácter significativo y conduciendo el comportamiento social a la construcción de nuevos roles e identidades que nos alejen de las formas legitimadoras de la violencia.
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