Hasta hace unos años para adquirir conocimiento general, nada mejor que los salones de clase y las bibliotecas. Si el objetivo era saber qué pasaba, los medios periodísticos eran indispensables.
Por supuesto, había posibilidades de “quedarse en la luna” como consecuencia de un fraude o ignorancia docente, un descuido en el catálogo de libros o una falta ética de la prensa.
Sin embargo, el yerro o la manipulación podían descubrirse y castigarse merced al interés de aprendizaje y al nivel de exigencia informativa de las personas.
Otro antídoto era el sentido común, auxiliar fundamental conectado en quienes fortalecen sus capacidades a partir de buscar, conseguir, verificar, discutir y asimilar con enfoque crítico.
Creo que ayudaba bastante el hecho de que tener en manos un buen texto o periódico implicaba ir por ellos, no esperarlos ni verlos caer en cascada.
Infortunadamente, las tendencias actuales y el, ojalá, coyuntural control que ejercen las redes sociales y el mundo virtual vienen causando que mucha gente “viva en la nube”, espacio que alterna verdades y mentiras con los consiguientes riesgos.
En ese contexto resulta paradójico que ahora con más herramientas para el desarrollo intelectual, las sociedades sufran el embate de bulos y fake news que inundan las pantallas en WhatsApp, Facebook, Twitter e Internet, sin que del mal se libren los medios periodísticos.
La periodista ucraniana Olga Yurkova indica que si una historia es demasiado emocional o dramática, es probable que no sea real. “Las informaciones fraudulentas amenazan la democracia”, apunta la fundadora de StopFake, un sitio que vela por evitar el auge de las prácticas anómalas.
De igual manera, la Red Ética de la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano impulsa ejercicios para alertar en torno de los continuos sinsentido que circulan por el ciberespacio.
Y es que antes el rumor infundado o tergiversado caminaba lento, mas hoy vuela porque aprovecha la comodidad de quienes padecen el tic de copiar y pegar, dar me gusta, compartir o reenviar.
Tal postura deriva en irse con la finta en temas de historia, economía, política y otras áreas de estudio, traducir la bondad en tontera o creer que momentos de ayer son pan caliente.
Vale reiterar que la manipulación y el engaño no son acciones modernas, pues los procesos de dominación han sido viables al apoyarse en dichos artilugios. Lo malo, insisto, es que hoy se dispone de formas para contrarrestarlos, pero muy pocos las usan.
Bueno, como dijo Otto Von Bismarck (1815-1898) canciller de hierro y fundador del Estado alemán moderno: “nunca se miente tanto como antes de las elecciones, durante la guerra y después de la cacería”. Ojo entonces porque 2019 será un año electoral, se intensificarán las pugnas y habrá temporada de caza…
