Escribir sin cuidado y preocupación es tan usual como conducir mal un vehículo automotor, ya que en ambos casos se cometen faltas a las reglas, a la lógica y al sentido común.
Rebasar por la derecha o en curva, avanzar lentamente en el carril de la izquierda mientras se va creando un forzado convoy, zigzaguear de manera imprudente entre los carros o bloquear intersecciones son ejemplos cotidianos.
Dichas incorrecciones al volante elevan los riesgos en la temporada invernal, referencia oportuna a propósito del idioma español, pues toda equivocación trae una lluvia de críticas y burlas que motiva abrir el paraguas, incluso durante el verano.
Así como en el tránsito las reacciones son subidas de tono, quien lee actúa con dureza cuando falla una figura o alguien cuya función debería obligarlo a cuidar forma y fondo de sus pronunciamientos.
Hoy que las redes sociales sirven como carreteras de comunicación, no pocas veces se observan colisiones que evidencian desconocimiento o descuidos en las normas de la escritura.
Por ejemplo, recientemente vimos el desafortunado punto y coma colocado entre el sujeto y el núcleo del predicado en el cartel de presentación de una potencial candidata presidencial. Debido a una “deficiencia técnica”, la Corte de Constitucionalidad pidió al Congreso de la República revisar el artículo 407 N del Código Penal, elegante llamado a superar la confusa redacción de ese apartado que, por cierto, también tiene un error de concordancia de género.
Vale apuntar que nuestro idioma no es fácil, dado que a sus casi 94 mil palabras, cifra en aumento continuo, se añaden las particularidades y variaciones de los 9 elementos que lo rigen.
Sin embargo, parece que muchos prefieren mojarse de críticas, a sabiendas de que se secarán, en lugar de atender detalles ortográficos y gramaticales para correr los menores riesgos posibles.
Un seguimiento a publicaciones en Twitter me permitió establecer que los principales yerros en que incurren líderes de opinión son ortografía (60 por ciento), puntuación (70 por ciento), pleonasmos y concordancia (80 por ciento), acentuación (90 por ciento) y en el verbo “haber” (95 por ciento).
Tal vez a estas personas les convendría ver Company man, una cinta de Peter Askin y Douglas McGrath que a principios de siglo fracasó en las taquillas, pero el personaje interpretado por el segundo, Alan Quimp, podría ayudarlas a evitar ratos colorados al quedarse bajo los “aguaceros…” Aunque a juzgar por las reiteraciones, como que no importa que abunden los errores en notas periodísticas, tuits, anuncios, documentos y leyes, entre otros espacios con letras empapadas.