Después de que durante 2 siglos Belice fue tema prioritario en la dinámica del país, desde finales de la reciente década de los 90 empezó a desaparecer y, en un momento, no se volvió a hablar de él.
La primera manifestación generó nacionalismos de distintos tonos e intereses y mantuvo el dedo en un reclamo histórico, mientras la segunda marcó desarraigo, despreocupación e, incluso, olvido.
Un dato significativo es que en las campañas presidenciales de 2000, 2004, 2008, 2012 y 2016 la agenda discursiva y programática se enfocó en todo lo imaginable, menos en qué pensaban los candidatos del diferendo territorial.
Repentinamente, entidades oficiales y sectores de la sociedad civil se han lanzado a una cruzada con el objetivo de explicar qué, dónde, cómo, cuándo, por qué, quiénes y, en especial, para qué Belice y la Consulta Popular establecida para el 15 de abril.
Contra el tiempo se intenta que la población empadronada recuerde o sepa de qué se trata y desde cuándo viene la disputa, por qué se definió una consulta, qué hace y qué se espera de la Corte Internacional de Justicia, por qué la pregunta se redactó de esa manera y qué se espera del gobierno beliceño.
Genios de la comunicación o de la política, no sé, decidieron centrar sus mensajes en los millennials porque dominan el padrón; sin embargo, uno ve este y observa que un no despreciable 36 por ciento abarca a personas entre 40 y 65 años, y también hay un 10 por ciento más por encima de ese rango.
Pero bueno, en 1994 y
1999 Guatemala celebró consultas en las que la afluencia votante no superó el 18 por ciento al referirse a reformas constitucionales. Ahora se persigue que la gente responda con un Sí o un No a la siguiente pregunta:
¿Está de acuerdo que cualquier reclamo legal de Guatemala contra Belice sobre territorios continentales e insulares y cualesquiera áreas marítimas correspondientes a dichos territorios sea sometido a la Corte Internacional de Justicia para su resolución definitiva y que esta determine las fronteras de los respectivos territorios y áreas de las partes?
Más allá de la complejidad de la interrogante es responsabilidad de cada quien informarse y con base en ello responder una de las opciones, y por supuesto, tener claro qué implica el Sí y qué el No para que no caigamos en nuestras tradicionales quejas y lamentos a posteriori.