Primero, la polémica; después, el silencio; luego, la molestia; y ahora, la aceptación.
Entre 1901 y 2015 la Academia Sueca ha concedido el Premio Nobel de Literatura a 109 personajes, de los que 2 lo rechazaron: el novelista ruso Boris Pasternák (1958) y el filósofo francés Jean Paul Sartre (1964), uno por razones políticas, y el otro por convicción de pensamiento. En 7 años enmarcados en conflictos bélicos no hubo reconocimiento.
Para 2016, a mediados de octubre se anunció como ganador al poeta, músico y cantante estadounidense Bob Dylan, designación que desató la polémica seguida por una ambigua postura del homenajeado, quien apenas hace 4 días rompió el silencio al aceptar la decisión, aunque no ha dicho si asistirá a la ceremonia de entrega el 10 de diciembre en Estocolmo.
La lista de insignes muestra, entre otros, a Rudyard Kipling, Anatole France, Thomas Mann, Gabriela Mistral, Herman Hesse, T.S. Elliot, Ernest Hemingway, Albert Camus, Miguel Ángel Asturias, Pablo Neruda, Gabriel García Márquez, Camilo José Cela, Octavio Paz, Darío Fo, Günter Grass y Mario Vargas Llosa, de los más conocidos en nuestras latitudes.
Sin embargo, superado el centenario del mediático e histórico galardón, este no llegó a las manos de grandes de la palabra escrita como Jorge Luis Borges, Graham Greene, Carlos Fuentes, Luis Cardoza y Aragón, Vladimir Nabokov, Graham Greene, Franz Kafka, Julio Cortázar, Mark Twain y Leon Tolstoi.
Al argumentar por qué 2016 los vientos soplaron en favor de Dylan, la Academia dijo: “por crear nuevas expresiones poéticas en la tradición de la gran canción americana”, novedad que musicalmente hablando rebasa las cinco décadas desde que en 1961 el cantautor empezó a rodar entre estudios y escenarios con mensajes críticos y profundos.
Como es usual en este tipo de situaciones, las voces se dividen y con Dylan no ha sido la excepción; unas restan mérito a su obra, superlativa en el ámbito musical pero menor en los terrenos de la narrativa, aunque cada quien puede dar su opinión escuchando sus producciones o leyéndolas en su libro: “Lyrics 1961-2012” que pronto se reeditará.
Y en ese contexto es preciso indicar que tanto el de Literatura como el de La Paz son dos premios Nobel en los que prevalecen los momentos políticos regidos por los 18 integrantes que definen al ungido. Así, no han sido pocos los promovidos o marginados según las circunstancias coyunturales. Por ejemplo, si suena absurdo que Tolstoi o Borges no lo consiguieran, más que Ghandi fuera el gran olvidado después de 5 nominaciones.
Tampoco pasa inadvertido, de nuevo en el de Literatura, que en 115 años, solo 11 mujeres hayan recibido la medalla, el diploma y el US $1 millón (Q7.6 millones), y de ellas, 5 a partir de 1991; por cierto, una, periodista cuyas entrevistas se recopilaron en un libro.
Respecto de Dylan, que ahondará a la polémica si confirma que donará los fondos del premio, agregará el Nobel a otros lauros cosechados, como la Orden de las Artes y las Letras, el Príncipe de Asturias, el Pulitzer y la denominada “Medalla Presidencial por la Libertad” que en 2012 le confirió Barack Obama.
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