Más sinsabores que satisfacción dejó la discreta actuación de Guatemala en Río 2016.
Desde su instauración, en abril de 1896, a instancias del francés Pierre Frèdy, barón de Coubertin, los Juegos Olímpicos son la máxima expresión deportiva, pues cada 4 años una sede recibe a la élite mundial.
Sin duda, estos eventos que se dividen en de Verano y de Invierno, son sinónimo de competencia, ya que su razón es premiar a quienes dominan las justas.
La edición 31 celebrada en Rio de Janeiro, Brasil, reunió a 6,222 hombres y 5,138 mujeres distribuidos en pruebas de fortaleza y agilidad, de velocidad, de pelota, de artes marciales o de habilidad, unas de esfuerzo individual, otras en pareja o colectivo que sintetizan la frase “más lejos, más fuerte, más alto”, del fundador.
Para esta versión Estados Unidos llevó la delegación más numerosa: 556, mientras el anfitrión, 469; Alemania, 424; China, 404; Francia, 398; Reino Unido, 371; Japón, 340; Canadá, 315; y España, 309.
Con excepción de Brasil (13), España (14) y Canadá (20), el resto de los mencionados se colocó entre los 10 primeros del medallero, donde también se instalaron Rusia, República de Corea, Italia y Australia.
Al caer el telón luego de 2 semanas de festejos y frustraciones, la tendencia histórica no arrojó mayores sobresaltos, de manera que los de arriba preservaron sus puestos y apenas se produjo el previsible descenso ruso como consecuencia de la sanción previa por dopaje.
En ese marco Guatemala llenó su presupuesto. Una presencia mínima de 21 y sin opciones frente a las potencias. Para unos fue su estreno olímpico, otros asistieron por segunda e, incluso, cuarta oportunidad.
Vale anotar que la representación chapina no incluía favoritos, aunque en unos casos levantaba expectativas. Kevin Cordón, en bádminton; Ana Sofía Gómez, en gimnasia; Juan Ignacio Maegli, en navegación a vela; Charles Fernández, en pentatlón y Erick Barrondo portaban etiqueta de competidores, no de participantes.
Tanto ellos como sus compatriotas, derrocharon coraje y buscaron trascender, elementos propios de su actividad, pero se quedaron en el intento y su desempeño ha generado variedad de comentarios, algunos de los cuales han molestado a Gómez, Barrondo y defensores de oficio, quienes en lugar de irritarse deben comprender la molestia ciudadana.
Y es que así como el nadador Luis Martínez, el pesista Édgar Pineda, Maegli y Fernández cumplieron o superaron los pronósticos, Gómez y, especialmente, Barrondo y la marcha (constituida en «pueblo chico, infierno grande») deben asimilar que esta vez su rendimiento no corresponde a la inversión, pues en el deporte debe irse hacia más, no hacia menos.
No es prudente que, con enojo, ella invite a la gente a acompañarla en las 6 horas de entrenamiento, ni que él ofrezca sus tenis a quienes lo critican, ya que la mejor motivación para hallar a sus sucesores es que su trabajo vaya de la mano de una actitud serena, firme y responsable en el éxito como en los días adversos.
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