Todos los días asistimos a momentos noticiosos que cautivan el interés ciudadano.
El principal servicio de la prensa es brindar noticias, y en nuestro país el consumidor no puede quejarse, pues cada día la información radiofónica, impresa, electrónica o televisada le ofrece una novedad.
Seguir los acontecimientos relevantes a través de los medios periodísticos equivale a ver una típica película hollywoodense en la que los giros y sobresaltos mueven al espectador como si estuviera en la montaña rusa.
Y es que frente a la pantalla, aunque la cinta no sea en tercera dimensión, el ritmo acelerado del suspenso, el drama, la comedia y la tragedia generan que el público pase continuos momentos de tensión.
Respecto de los procesos informativos en Guatemala, son grandes las similitudes con el séptimo arte producido en la franja comercial de Estados Unidos.
Los ejemplos abundan y si nos colocamos en los meses recientes podemos referir que un día la atención se concentra en la caída, persecución, captura y enjuiciamiento de las principales autoridades.
Cuando aún no se termina de digerir el denominado Caso La Línea, los espacios preferenciales son ocupados por el de la aparentemente oscura negociación de las medicinas, para luego trascender la paradoja de que altos investigadores de la Comisión Internacional Contra la Impunidad dejan esa sombrilla para supuestamente dar acompañamiento jurídico a peces gordos de la ilegalidad.
De pronto irrumpe en escena la huida y aprehensión del ahora expresidente de la Federación Nacional de Futbol, contra quien pesan cargos por irregularidades en el manejo del más popular de los deportes.
Metida en análisis, valoraciones, proyecciones y demás aristas de los hechos de impacto, la gente mira cómo los pasajes citados quedan relegados porque una docena de militares son conducidos a los tribunales sindicados de violaciones registradas durante el conflicto armado interno.
No hay tiempo para reparar en el pisa y corre protagonizado por diputados que cambian de color ni en la aparición de plazas fantasmas en el Parlamento, ya que un exalcalde va a prisión preventiva como consecuencia del alud que sepultó una comunidad, pero como al Congreso de la República no le gusta ser actor de reparto consigue los primeros planos al divulgarse que en ese recinto se hace piñata del erario.
Tal secuencia refuerza el peso que los medios otorgan a lo que ocurre en casa, pues si bien desde el exterior llegan detalles del encuentro de un capo con figuras del celuloide, así como inusuales acusaciones que sacuden al tenis y al balompié de elite, la verdad es que lo propio supera a lo foráneo.
Observar, leer o escuchar a la prensa nacional constituye entonces un ejercicio vigoroso en el que la atención ciudadana es permanente, mientras a las y los periodistas corresponde cumplir el compromiso de actuar con responsabilidad y criterio en una trama cuyo final está abierto.
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