Por: Eddie Fernández
Jorge Drexler retrata parte de la realidad de la sociedad de la información en la que vivimos en una de sus canciones: “Data, data, data, data, data, data, data, ¿cómo se bebe de una catarata?”, se pregunta.
Al respecto, ahora que todos tenemos la potencialidad de ser emisores y receptores masivos de comunicaciones, conviene que reflexionemos sobre algunas cosas respecto a ese quehacer, que contribuyen a su utilidad para la humanidad.
En nuestro proceso de aprendizaje de vida todos pasamos por la necesaria etapa de repetir como loritos, después transitamos hacia una fase en la que ya comprendemos mejor lo que escuchamos y trascribimos, y finalmente nos lanzamos a contrastar diferentes informaciones para formar nuestro propio criterio y tratar de replicarlo con quienes comparten nuestros ámbitos.
Esta última etapa implica para mí uno de los ejercicios más estimulantes y constructivos que el periodista, y ahora la gente “común y corriente”, debe hacer más concienzudamente: la calificación de sus fuentes de información.
Y es que las empresas que se dedican a vendernos productos a través de una dinámica informativa cada vez más simple y reducida, y formar nuestra opinión, van profundizando en sus mecanismos para que les creamos y consumamos ideas y cosas que no resultan constructivas.
Veamos un caso. En una evolución muy natural de estos negocios resulta que muchas personas, quienes fueron, por ejemplo, presentadoras de noticias, ahora se proyectan como personajes de éxito con métodos infalibles para la superación de la sociedad, y sus cajas de resonancia son esas cadenas mediáticas. En esto hay un esfuerzo efectivo de afirmación mutua entre los referidos protagonistas y sus casas matrices que en lugar de subir el nivel de cualquier debate lo estancan o lo bajan.
Y así, ya no es como antes, cuando se figuraba en los medios porque se era importante, ahora, se es importante porque se figura en ellos, lo que resume todo a un mero asunto de propiedad, dinero o relaciones y deja por un lado el valor de los aportes.
Ahora que nos toca criar una generación nativa de la era de la información, conviene practicar desde la casa hacia todos los ámbitos la crítica y la irreverencia ante figuras y posturas, razonar sobre motivaciones, discernir entre emotividad e intelectualidad y su oportunidad según cada momento y afán, y en conclusión, no beber de cualquier fuente, más aún si se trata de la más nutrida catarata.