Deben quedar claros dos ejes importantes de trabajo, uno el empresarial y otro el periodístico.
Como extrabajador de diferentes medios de comunicación que han incidido en la vida nacional desde la mitad del siglo pasado, lamento y repudio los ataques mutuos que se han profundizado en el escenario mediático, destruyendo la imagen que tanto le ha costado a la prensa nacional y a los medios, recorriendo caminos cuesta arriba en su espacio de empresas lucrativas e informativas, desnudando momentos o acciones de los dueños y accionistas, en algunos casos la vida privada de los personajes.
En el momento coyuntural que vive Guatemala, surgido de lo más profundo de las entrañas corruptas que por décadas destruyeron el patrimonio económico y financiero del país, también se han involucrado medios o empresas de comunicación que aparentemente tenían una solidez ante la opinión pública. Eso da tristeza y frustración, porque de alguna manera han sido parte de la vida periodística y saber que se mencionaban en corredores particulares, y ahora públicos, es un duro golpe a uno de los espacios que aún tenía cierta credibilidad ante la ciudadanía. Deben quedar claros dos ejes importantes de trabajo, uno el empresarial y otro el periodístico. Que uno depende del otro para que exista vida, se dé la coexistencia laboral y de servicio. Conociendo los dos aspectos o pilares de una empresa de comunicación, podemos decir que la prensa en un sistema capitalista es un negocio, un comercio, lucro, servicios de compra y venta, para obtener recursos económicos y ser una fuente de trabajo y de aporte financiero en la vida económica del país. El otro espacio es totalmente diferente. Se trata de un ejercicio profesional, respaldado por el artículo 35 de la Constitución Política de Guatemala y su ley específica, que en este caso de cuestionamientos, señalamientos, insultos, agresiones verbales entre unos y otros es el afectado.
Es el que pierde más, porque se trata del ejercicio que más estaba acreditado en el concepto ciudadano, y después de conocer tanta intimidad financiera y supuestos negocios obscuros, peligra que su credibilidad se mantenga intacta. Toda empresa tiene la libertad de hacer los negocios que considere convenientes, como una tienda o industria con actividad comercial, la empresa periodística tiene la libertad de buscar la línea que más considere factible para generar opinión. Ambos espacios deben manejarse con la cordura profesional. Eso significa que debe haber un manual de ética, desde la dirección a los cuadros medios, y por lógica, en todo el personal de tropa, para que la moral social se refleje en una buena aceptación y, a la vez, la compra del producto.
Pero después del circo que hemos presenciado y escuchado, aquella estabilidad de imagen pública, se debilita, peligra ante la opinión pública. El saber o confirmar que se prestaron como vehículos para llevar a personajes al poder político a cambio de lucro, a los periodistas que con dificultad, ante las tentaciones, hemos luchado para mantener una libertad de prensa, socializado en las universidades para que el trabajo periodístico se haga con ética y moral, nos pega un golpe bajo. Espero que, después de todo, se visualicen cambios bruscos y sanos en una recomposición mediática empresarial.
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