El movimiento de octubre del 44, no fue, ni por asomo, un esfuerzo marxista que buscara un cambio estructural para Guatemala.
Hace 72 años la juventud guatemalteca de entonces, junto a los adultos consecuentes, celebraban la gesta revolucionaria que puso fin a la época conservadora del general Jorge Ubico y Ponce Vaides, este último obligado a renunciar por un movimiento conformado por universitarios, militares, jóvenes y sectores populares, cansados de la tiranía del régimen.
Esta gesta da comienzo al cambio de época y, de época de cambios que marcarían la vida ciudadana, fundando instituciones de larga permanencia y una visión de país más progresista e inserto en el concierto de las naciones civilizadas del mundo.
A la cabeza del gobierno revolucionario estaba un hombre probo, académico consumado, forjado en los altos estándares de la educación universitaria argentina, el doctor Juan José Arévalo, cuyo modelo de gestión no ha sido superado hasta la fecha. Los efectos de aquel octubre revolucionario aún pueden sentirse en la vida nacional.
Un sistema de justicia social, una visión progresista de la educación en todos los niveles, un modelo de seguridad social consolidado en la creación del Instituto Guatemalteco de Seguridad Social que, aun con sus profundas deficiencias provocadas por la cadena de funcionarios corruptos que ha tenido, ha servido como un manto protector para garantizar una modesta pensión a la clase trabajadora.
El movimiento de octubre del 44, no fue, ni por asomo, un esfuerzo revolucionario marxista que buscara un cambio estructural para Guatemala, como algunos mal intencionadamente han querido hacer creer; en su momento, la Embajada diría que se trataba de un movimiento de corte comunista. Nada más alejado de la verdad. Sin embargo, sí fue un proceso de “adelantar el paso” en el proceso de desarrollar las fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción, las cuales se encontraban aún en el modelo semifeudal, caudillista y conservador. El punto esencial era modernizar al país.
La copiosa cantidad de imágenes de la época retratan los rostros de una ciudadanía fulgurante en cuyos rostros se marcaba la esperanza; floreció la cultura, el arte, las humanidades y, sobre todo, se volvió la mirada a las mayorías marginadas hasta entonces; la niñez recibió grandes beneficios educativos. Del genio creativo del propio presidente Arévalo surgió el modelo de Escuelas Tipo Federación, un concepto que hasta ahora no ha sido superado. Se instituyeron los comedores infantiles, dando la oportunidad de sobrevivir a miles de niños cuyos padres eran de escasos recursos.
El coronel Jacobo Árbenz Guzmán continuaría con estos proyectos revolucionarios y profundizaría algunos de ellos, tal el caso del Decreto 900 Ley de Reforma Agraria cuyo propósito era rediseñar las relaciones de explotación de la tierra y superar el modelo semifeudal que aún prevalecía. Árbenz fue obligado a renunciar y en su lugar asumió el coronel Carlos Castillo Armas, dando por finalizado así los 10 años de primavera iniciada en aquella gesta histórica de grata recordación.
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