En este marco no caben las desviaciones ideológicas, ni los actos mercantilistas de vender sexo en las aulas universitarias.
Respecto a mi columna de la semana pasada un querido amigo me escribió en Facebook lo siguiente: “Todo tiene un momento y un lugar. La actividad de marras se pasó de la raya, y esa pasada no tiene nada que ver con la doble moral o algo parecido”. Tiene toda la razón: todo tiene un momento y lugar. Sin embargo, el tal “Bikini Open” es una actividad que, según me he enterado recientemente, se practica en las facultades desde hace muchos años. Lo hacían a puerta cerrada, convirtiendo en vulgar burdel los sagrados recintos de la Usac. Al parecer, esta vez hasta se permitieron el lujo de anunciarlo y cobrar por el evento.
Esto último le da un giro al análisis y pasa de lo meramente moral a un hecho que pone en evidencia la pérdida de contenido político de las actividades huelgueras en la Tricentenaria. Hace muchos años, aún en el calor del conflicto armado, publiqué una columna donde criticaba el uso de las capuchas, bajo el argumento de que estas incitan a posible impunidad. Hoy lo ratifico. También he criticado en varias ocasiones el uso de uniformes de colegialas en el desfile bufo porque considero que atenta contra la dignidad de las mujeres.
Para no pecar de moralista, el acto sodomista, lo que pone de manifiesto es una total ausencia de rumbo político-ideológico de lo que por muchos años se consideró una legítima protesta del movimiento estudiantil respecto a los diferentes problemas nacionales. Esto forma parte de la completa desvalorización que vive el país, donde los actos violentos, secuestros, asesinatos, asaltos, y otros vejámenes a la dignidad humana se producen a diario. El país ha perdido referentes éticos.
A esta problemática no escapa el movimiento estudiantil en la Usac, sin ideales qué perseguir, sin hoja de ruta qué cumplir, se debate hoy en una especie de nihilismo político y social, donde los valores tradicionales no encajan, o simplemente se burlan de ellos. Parece un contrasentido que el cese del conflicto armado trajo consigo un proceso de implosión de aquella bandera que había recogido el movimiento estudiantil (y por supuesto, la Huelga de Dolores) de denunciar los problemas estructurales y los desmanes de los actores de poder en Guatemala.
Creo que la Usac debe hacer un sereno acto de reflexión ante estos hechos y comprometer a todos los sectores que la integran en un proceso de fortalecimiento ético de su actuar. No es un secreto que, por ejemplo, en la enseñanza, algunos profesores dan gato por liebre, y algunos estudiantes devuelven gato por liebre. Otros, ni gato, ni liebre.
Es urgente que en nuestra Alma Mater exista un centro de formación política que contribuya a reorientar esa energía de rebeldía y protesta, en un caudal de legítima defensa de los intereses ciudadanos. Y en este marco no caben las desviaciones ideológicas, ni los actos mercantilistas de vender sexo en las aulas universitarias. En otras palabras, ir más allá de un simple acto de porquería instintiva y pasar a los umbrales de la civilidad.
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