Seguir y adoptar un liderazgo consistente es el punto de partida para los cambios.
En el sexagésimo cuarto período de sesiones de las Naciones Unidas, celebrado el 1 de diciembre de 2009, se acordó que el 18 de julio de cada año, se conmemoraría el Día Internacional de Nelson Mandela. Esta fecha es coincidente con el nacimiento del líder de alcance mundial, Nelson Rolihlahla Mandela, quien cumpliría 99 años de existencia. Es decir, en 2018 se arribará al centenario de su natalicio.
La resolución mediante la cual se aprueba la declaración internacional es la 64/13, de la cual resalto el primer párrafo: “Reconociendo la larga trayectoria de Nelson Rolihlahla Mandela como líder y promotor de la lucha por la liberación y la unidad de África, y su excepcional contribución a la creación de una Sudáfrica no racial, no sexista y democrática”.
Agrega en el siguiente: “…los valores y su dedicación al servicio de la humanidad a través de su labor humanitaria en los ámbitos de la solución de conflictos, las relaciones interraciales, la promoción y protección de los derechos humanos, la reconciliación, la igualdad entre los géneros, los derechos de los niños y otros grupos vulnerables, y la defensa de las comunidades pobres y subdesarrolladas”.
El carácter de su personalidad, de estatura mundial, se forjó a través de la limitación y el sufrimiento, cargada de una fuerte y sólida convicción que la denominada política del “Apartheid”, término que significa separación, que predominó hasta 1992 en la vasta zona conformada por Sudáfrica y Namibia, era un sistema de segregación racial absurdo e injusto. Mandela gobernó con firmeza y sólida convicción democrática de 1994 a 1999. En esos 5 años aquella nación fue cambiada radicalmente. Ello nos deja una importante lección en el sentido que cuando un conglomerado por muy numeroso y diverso que sea, decide adoptar los lineamientos de un liderazgo consistente, un país puede modificar los derroteros de sus relaciones de convivencia.
El potencial de nuestro país lleva implícita las enormes riquezas de nuestra conformación hidrográfica, lo accidentado de nuestra orografía y los yacimientos del subsuelo, además del patrimonio arqueológico de una de las civilizaciones más importantes en la historia de la humanidad. Nuestra ubicación geopolítica nos ofrece la oportunidad de desarrollar una cultura de servicios que fácilmente podría contribuir a las disminuciones de los ofensivos índices de pobreza, desnutrición y subdesarrollo.
Las relaciones internas de nuestras diversas comunidades no están vinculadas al respeto, la tolerancia y el reconocimiento al cese de las exclusiones y marginaciones que poseen las mayorías empobrecidas de la población, producto de la negación de oportunidades.