Aquí ha germinado la desidia secular en contra de estas tres abandonadas.
Semanas atrás describí a dos de las huérfanas más notorias del barrio. La hurtada democracia y la desaliñada justicia. El barrio, como recordarán está predominantemente dominado por un grupúsculo, pequeño en cantidad, pero con influencias en todas partes. Poderosos sin lugar a dudas. Se han hecho de las principales formas de producción. Poseen los medios suficientes para hacer y deshacer a su particular antojo. Acaparan los más importantes centros de intercambio de mercancías, de capitales, de flujos financieros y mercados laborales. Ese es el barrio, también sin duda alguna.
Las abandonadas más notorias son tres. A una se le menciona recurrentemente al inicio y al final de cada año. Solemos referirnos a ella en su dimensión como factor de cambio. De hecho lo es. Eso es innegable. Tal el abandono es de la desdichada, nadie la reivindica con autenticidad. La manipulan en una constante aberración y condena, sin tregua, sin alivio, sin solución. Sus principales obreros y con ellos sus líderes, sus naturales baluartes son quienes le carcomen las entrañas, dejándola en inanición perenne. Agonizante, casi inerte, casi poca, o cosa insignificante.
La segunda de las tres, es de las más deseadas, de las más ansiadas, la que causa desvelos. Cuando se aleja de cada uno de los habitantes del barrio, la pesadumbre, el temor y la angustia se apoderan de quien la reclama, de quien la demanda. Si a la primera de las abandonadas se le diera el verdadero apoyo que se le cacarea, esta otra podría desempeñarse de una mejor manera y con certeza se alejaría la tristeza, de quien con toda razón la añora, la demanda y la llora, pues es indiscutible que es indispensable.
La tercera de las abandonadas del barrio ha hecho sentir su ausencia de una manera tal, que a todos preocupa por igual. Las mayorías de los del barrio la requieren con ansia e inquietud, pues por su abandono en la colectividad se genera gran incertidumbre, desasosiego y aflicción, sino echemos un vistazo a nuestro alrededor. Barrio este. Tanto potencial, tanta riqueza, tanta oportunidad desperdiciada, codiciada, apropiada, poseída, sesgada, anulada y arbitrariamente atemorizada.
Las abandonadas del barrio, por si no las han ubicado corresponden a la educación, la salud y la seguridad ¿Cómo estamos en esta situación? El analfabetismo, como la desnutrición no son fenómenos sociales de presencia repentina. Son legados de una larga historia de exclusión, de marginación, de intereses mezquinos. Y a ello, hemos de agregar los persistentes prejuicios de una sociedad en cuyo barrio nace el dominio por su condición de sexo.
Aquí germinó la desidia secular contra estas tres abandonadas. El barrio se debate entre la demanda y la carencia de recursos. Entre la necesidad, la insatisfacción y la insuficiencia para alcanzar a una digna atención. Con mayor educación, podríamos hablar de la prevención en salud, como el punto para llegar a más calidad de vida. Con ambas en plenitud, la seguridad se daría a más esferas de acción colectiva y el barrio sería el más deseable lar por lograr. Pero no es así. Ni por asomo intenta ser así.
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