Por: Fernando Lucero
Después de los resultados de las votaciones de mitad de período celebradas el 6 de noviembre de este año, en Estados Unidos de América, al gobierno del excéntrico millonario Donald Trump, se le complicará cada vez más la capacidad de maniobra de su gestión. Toda vez que muchas de las iniciativas planteadas por su administración, serán torpedeadas por una oposición fortalecida y con sed de venganza por los señalamientos vertidos en su contra. Los demócratas consiguieron la mayoría en la Cámara de Representantes en los comicios legislativos, cuyo logro no solo les permitiría investigar al presidente norteamericano sino incidir en la agenda política de esa nación por los siguientes dos años.
Indudablemente que los dolores de cabeza del mandatario del país más poderoso del mundo se prolongarán, con el reacomodamiento de las fuerzas partidarias que buscarán a como dé lugar debilitar todas sus políticas y a él pensar en cómo revertirlas. Si bien es innegable que las encuestas vaticinaron la derrota de Trump, en cuanto a mantener el control de la Cámara Baja, también es indiscutible que el Senado permanecerá bajo la potestad de los republicanos. Sin embargo, la correlación de esas fuerzas viene a darle otro condimento al caldo político estadounidense, pues dependerá de los momentos y la sagacidad para negociar las decisiones de las políticas públicas, las cuales seguramente veremos reflejadas en los presupuestos, la ayuda económica, el Plan para la Prosperidad, los temas migratorios, la construcción del muro fronterizo en México, entre otros. No debemos olvidar que como región también estaremos involucrados en ese vaivén de poderes y controles, pues la incidencia de los demócratas se hará sentir, sobre todo, en el contexto migratorio, ya que aunque sea a medias tintas han estado interesados en tratar de regular ese fenómeno que preocupa a la humanidad. Uno de los primeros beneficios para los países de Honduras y El Salvador, migratoriamente hablando, podría depender de la pericia negociadora de sus gobernantes, pues para empezar deberían de intentar recuperar su permiso temporal de trabajo el cual fue denegado por la administración de Trump.
Volviendo al plano norteamericano, la disputa por ejercer los dominios absolutos de las políticas gubernamentales por parte de los demócratas y los republicanos, será un constante ejercicio que irá elevando la temperatura del escenario electoral contemplado para 2020 en la llamada Unión Americana. Lo cierto del caso, es que las elecciones recién pasadas en el país del norte no solo evidenciaron una participación ciudadana histórica en cuanto a la asistencia a las urnas, sino también una sociedad mucho más dividida, confrontada y extremadamente polarizada, con escasas esperanzas de que el futuro pueda dar un giro de forma inmediata. En tal sentido, hace falta un proyecto político que verdaderamente incluya y aglutine a una ciudadanía tan diversa y escéptica, con un solo objetivo que vaya más allá de un juego de poderes en el cual el ciudadano siempre resulta manipulado, influenciado, vulnerado y decepcionado de presenciar que los únicos ganadores sean los gobernantes de turno y sus trastornadas ambiciones de poderío.