Concluyó la XV edición de la Feria Internacional del Libro de
Guatemala (Filgua) y me quedó un buen sabor de boca y las ansias revoloteando porque llegue pronto 2019, con nuevos aires literarios por la vereda de nosotros los ávidos lectores. Es apasionante dejarse transportar por las palabras y la imaginación de los autores que te hablan en silencio, que te guían hacia las puertas de otros mundos, de otras realidades, de otras costumbres, de otras formas del comportamiento humano. Tomarse unas horas de calma para sumergirse en un libro, es realmente satisfactorio. Tuve la oportunidad de asistir a Filgua y de caminar entre sus 157 stands, apreciando la exposición de una infinidad de libros para todos los gustos y las exigencias de los concurrentes. Tanta obra haciendo antesala para contactarnos, llamando un poco de nuestro interés.
Confieso que compré algunos ejemplares que esperan pacientes a que tenga el tiempo de tomarlos entre mis manos y digerir con atención su contenido. Además, acudí a la presentación de la obra “Que raros son los hombres” del escritor español José Ovejero, quien exhibió un monólogo y un manejo del escenario impresionantes, basado en su creación teatral. La actuación del también ganador del Premio Alfaguara 2013, por su novela La invención del amor, se llevó a cabo el 19 de julio, en el Centro Cultural de España, en la zona 1 capitalina. Tres relatos abordó Ovejero de situaciones que involucran al ser humano en la cotidianidad, sea esta cómica o trágica. Sin duda no hay poder más grande que la expresión plena de la palabra y esa forma mágica de captar la atención de un público que aguarda ese derroche de intelectualidad que se convierte en un ungüento para el alma y en un reto para el conocimiento.
Por ello, esos eventos provocan el hábito de la lectura, que a su vez despierta la imaginación volviendo la mente más ágil, más receptiva y, por supuesto, más analítica. Leer una narrativa es como empezar un largo viaje del que seguramente saldremos complacidos y enriquecidos con las enseñanzas que el autor nos trasmita. La lectura nos hace crecer intelectualmente, emprender las rutas del saber, nos da tranquilidad y nos acompaña en esos espacios de soledad en los cuales nos reencontramos. Los científicos argumentan que leer afecta positivamente el cerebro. Los libros son enérgicos, nos instruyen, nos informan, nos trasladan de lugares y de épocas tan rápido como la luz de un rayo. Las obras gozan de una carga connotativa, pues las palabras adquieren un significado en sí mismas, como en referencia a la interpretación que el o los lectores quieran darle. Así también, en el género de la novela, la combinación entre el diálogo y la descripción es de gran relevancia cuando lo expresan los personajes en sus narraciones. Insisto, es importante que como ciudadanos de a pie promovamos el hábito de la lectura en la población. Asimismo, que las instituciones encargadas de velar por la educación en el país acerquen esa clase de actividades a aquellas áreas que tanto lo necesitan. No olvidemos que un pueblo que lee es un pueblo que progresa.