El respeto, la precaución y la educación vial también se han perdido en esta vorágine de intolerancia y violencia social en la cual estamos inmersos. De esa cuenta, los accidentes (o hechos) de tránsito ocupan el segundo lugar en cuanto a muertes se refiere, pues el consumo de bebidas alcohólicas y conversar y chatear por teléfono celular son las principales causas de lamentables accidentes, con serias consecuencias en el entorno familiar. A ello se adhieren la impericia, imprudencia, excesiva velocidad, sobrecarga de autobuses y picops, que constituyen un obstáculo para que se respeten las señales viales.
En suma, las paupérrimas condiciones en que están las carreteras del territorio nacional, el mal tiempo por la época de lluvias y los desperfectos mecánicos, muchas veces por negligencia de los pilotos, también contribuyen con esos incidentes en los cuales centenares de personas pierden la vida.
Según el Observatorio Nacional de Seguridad de Tránsito (Onset), de la Policía Nacional Civil (PNC), en 2015 se registraron 6 mil 204 hechos viales, que dejaron como saldo la muerte de mil 698 personas, mientras que en 2016 se contabilizaron 3 mil 833 sucesos, en los cuales resultaron involucradas, en un alto porcentaje, motocicletas, que dejaron 734 fallecidos y 3 mil 663 lesionados. El riesgo que enfrenta un motorista de morir en un accidente de tránsito es 5 veces mayor que el de un conductor de un vehículo. El 80 por ciento de los siniestros viales son causados por los conductores y el 20 por ciento por motivos climáticos.
Pese a los esfuerzos en campañas de difusión y talleres que las autoridades de tránsito llevan a cabo con el objetivo de concienciar a las personas que conducen todo tipo de vehículos en las diferentes calles de la ciudad y del interior de la República, para tratar de minimizar los percances viales, es necesario que las autoridades competentes intensifiquen, aún más, los controles en la adquisición de licencias de conducir e impongan cada vez sanciones más severas a aquellos pilotos que irrespeten las señales viales, así como la constante supervisión a los conductores que excedan la velocidad de los automotores en zonas en las cuales es prohibido correr.
La responsabilidad de conducir cualquier clase de vehículo es enorme, y nos encontramos en cada vía con energúmenos del volante, que les vale un bledo su vida, no digamos la de los demás, pues constantemente desacatan las señales viales. Toda vez que ignoran el articulado que contiene la Ley de Tránsito y se convierten en una amenaza tanto para pilotos como para peatones. Así también, se necesita más instrucción en asuntos viales, no solo para las personas que van conduciendo sino para aquellos que caminan por las diferentes calles del país, pues se ha incrementado el número de peatones que hacen caso omiso a las señales de tránsito y no utilizan las pasarelas para trasladarse de un lugar a otro, lo cual ocasiona desenlaces trágicos. Se deben fortalecer las jornadas de prevención de accidentes, así como fomentar la cultura vial responsable en el país.