No podemos hablar de paz si nuestras comunidades están olvidadas.
El 21 de septiembre de este año se conmemoró el Día Internacional de la Paz, una paz que hasta el momento resulta utópica al detenerse a ver y escuchar en los medios de comunicación social, tanto nacionales como internacionales, los acontecimientos de terrorismo, guerras y violencia en sus diferentes manifestaciones que azotan a las sociedades en el mundo.
Vale recordar que la Asamblea General de las Naciones Unidas, el 7 de septiembre de 2001, por medio de la resolución 55/282, dio vida a la mencionada festividad, consagrada al fortalecimiento de los ideales de la paz.
En nuestro país, el 29 de diciembre de este año arribaremos a 20 años de haberse firmado la paz, después de 36 años del conflicto armado interno que vivimos las y los guatemaltecos. Sin embargo, surgen tantas interrogantes al respecto, pues, como se dice, el papel aguanta con todo. Prueba de ello es el incumplimiento y el irrespeto de los Acuerdos de Paz, que permanecen durmiendo el sueño de los justos.
El Observatorio de Pueblos Indígenas en Guatemala advierte que continúa la discriminación y la exclusión de los pueblos originarios. En tal sentido, no podemos hablar de paz si nuestras comunidades están olvidadas, marginadas y paralizadas de cualquier intento auténtico de desarrollo, toda vez que ha sido costumbre cuando se acercan las elecciones algunos políticos descarados se dedican a engañar a sus habitantes con un sinnúmero de promesas que nunca cumplen; y, posteriormente, ya en el poder, se convierten en peor que hienas para robarse los escasos recursos destinados a los municipios; condenándolos a la miseria.
Cómo podemos siquiera mencionar la palabra paz cuando nuestra gente se muere de hambre sumida en la pobreza y pobreza extrema, con un sistema de salud agonizante, pues no hay medicamentos que alivien las enfermedades de miles de personas. Cómo hablar de paz cuando vemos un Congreso de la República sumido en sus propias batallas, pues los actos exteriorizados por los “padres de la patria” reflejan lo convulsas que se tornan las sesiones, en las cuales pierden el tiempo en victorias pírricas y asuntos que en nada benefician a la población.
Cómo conseguimos nombrar la paz si cada día aparecen personas asesinadas en las calles del territorio nacional, víctimas de las extorsiones y de la delincuencia común, dejando en la orfandad a centenares de niños y en la viudez a mujeres que tienen que arreglárselas para dar de comer a sus hijos.
Si bien es cierto que la paz nace de lo interno de cada persona ,la cual debe trasladarse hacia los demás, también es cierto que la ciudadanía debe involucrarse y propiciar que se fomente la cultura de la paz en la nación, pues no podemos seguir tratando de solucionar los problemas que nos agobian como sociedad con violencia y obstinación. Sin duda, la verdadera paz firme y duradera llegará cuando se termine con tanta pobreza, desigualdad, exclusión, discriminación, clientelismo, falta de transparencia, oportunismo y abandono de los más necesitados.
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